México y el mundo viven momentos graves, el presidente Trump, no tiene empacho ni recato alguno en mostrarse como es, apostando por un talante arrogante y agresivo en las mesas de negociaciones. La emboscada al presidente Zelenski azuzada por el vicepresidente Vance, ha marcado no solo un giro en la diplomacia estadounidense sino un viraje en la geopolítica europea.
México, sabe bien lo que es tener a un vecino como Trump, y no solo por la retórica anti mexicana que caracteriza a la actual administración en la Casa Blanca, a los amagos arancelarios o de acciones unilaterales dentro de nuestra fronteras, sino a una añeja historia de agresiones y mutilaciones territoriales.
Antes de que México fuera México, España en una jugada magistral frente al Reino Unido, apoyó la independencia de las Trece Colonias británicas, tradicionalmente los estadounidenses hacen mención al Marqués de Lafayette, pero antes que Francia, España los ayudó a emanciparse, queda como referente ineludible, la figura del 42 virrey de la Nueva España, Don Bernardo de Galvéz, uno de los padres fundadores de los Estados Unidos. Cuando Estados Unidos logró su independencia, el Conde Aranda, militar y secretario de Estado, advirtió a Carlos III en 1783, que la naciente potencia aspiraría a conquistar a la Nueva España. Las predicciones del culto español, se materializaron si bien no con Nueva España, si con el México independiente en 1848.
El tema de la soberanía no es cosa menor en México, entre 1829 y 1916, las agresiones extranjeras fueron recurrentes, el país no solo tuvo que sobreponerse a las guerras civiles o disputas internas para definir su modelo de nación, sino enfrentar con entereza el desembarco de tropas estadounidenses o europeas. En este espacio, se dio cuenta hace no mucho, de la figura del general Miguel Negrete, militar conservador, que al ser México invadido por Francia en segunda ocasión, dijo :”tengo patria antes que partido” puso entonces su espada a las órdenes de Juárez, pocos meses después lo demostró siendo uno de los héroes del Cinco de Mayo. Más allá de nuestras legítimas disputas internas, el espíritu de Negrete, es lo que debe regir entre los mexicanos ante amagos extranjeros.
El Ejército Mexicano a través de la Secretaría de la Defensa Nacional, sostiene una carga pesada, tiene la responsabilidad de la defensa exterior de la nación como ejército de tierra, a su vez lleva la tarea de pacificar al país ante la ola de violencia que tanta daña nuestro desarrollo en todos los campos. A lo anterior se suma su invaluable labor en apoyo a la población en casos de desastres naturales, lo cual se complementa con una amplia labor social a lo largo y ancho de México, estrechando también de manera eficaz, las obligadas relaciones cívico-militares.
Sin duda alguna, los mexicanos tenemos mucho que reconocer a nuestras fuerzas armadas: soldados, marinos, pilotos, guardias nacionales y militares en situación de retiro, están a la altura de las circunstancias. Existe también otro frente que el Ejército Mexicano cubre con creces, y es el que atañe a la preservación de nuestra memoria a través de la Dirección General de Archivo e Historia de Defensa. La mencionada Dirección no solo lleva los trámites de expedición de copias o constancias de quienes han servido en el ejército, sino de manera profesional conserva el patrimonio documental del Ejército Mexicano desde 1821 a la fecha. Pero no sólo custodia archivos, sino que también administra las bibliotecas de Defensa y la espléndida red de museos militares.
A lo anterior se añade la curaduría y exhibición de exposiciones temporales que dan cuenta del heroico pasado de México. Actualmente en la sala de exposiciones temporales de la Plaza del Servicio a la Patria, ubicada a un costado del Campo Marte en la Ciudad de México, se muestra una exposición alusiva a cinco momentos definitivos en nuestra historia: el intento de reconquista española en 1829, las invasiones francesas de 1838 y 1862, y las norteamericanas de 1846 y 1914.
Sin caer en poses patrioteras, el ejército ante estos tiempos convulsos en la esfera internacional, ha mandado un mensaje certero, oportuno e institucional. Lo hace abonando al recuerdo y reconocimiento de las grandes gestas que forjaron nuestra soberanía y autodeterminación, pero también en el necesario ejercicio de robustecer la identidad nacional y la memoria histórica de un gran pueblo.