Joel Hernández Santiago
Por estos días Oaxaca está de fiesta. O más precisos, la ciudad de Oaxaca está de fiesta. Y es bueno. Porque se trata del encuentro de paisanos y amigos en apenas unos cuantos días. De lunes a lunes te vengo a ver… Dos lunes que son “del Cerro”, y que se refiere a El Fortín, un montículo emblemático para quienes somos de acá y desde donde se mira a lo lejos a una ciudad hermosa entre las más hermosas y con gente que sabe dar el abrazo completo…
Es la Guelaguetza. Un reencuentro entre nosotros, para decirnos cómo nos fue en el año, para ofrecer lo que se tiene y para recoger el cariño de los demás: eso es la Guelaguetza entendida en su sentido más histórico como cultural y social.
Y se arregla la casa y se pone la mesa y se procuran ricas viandas que son moles y que son bebidas para recibir a los amigos; para decirles que nos da gusto que estén aquí y que queremos que se lleven el mejor de los recuerdos de nuestra dignidad histórica.
En todo caso, son dos semanas de alegría contagiosa. Y está bien. No se trata de aguar la fiesta pero si de recordar que hay partes esenciales del cuerpo social oaxaqueño que duelen mucho.
Por ejemplo, hace apenas unos cuantos días hubo un enfrentamiento entre dos poblaciones por el rescate de un terreno de tres mil 660 hectáreas en la zona limítrofe de Santa María Ecatepec y San Lucas Ixcoatepec, en la Sierra sur del estado. Hubo trece muertos y dos heridos y algunos desaparecidos.
No se trata de asuntos del crimen organizado o de narcotráfico: si del extremo al que se puede llegar cuando hay ingobernabilidad tanto municipal como estatal. Cuando a los llamados de intervención para hacer justicia no se acude y cuando se toman decisiones por cuenta propia: el resultado es la tragedia para muchos: para todos en Oaxaca.
Y así como esta tragedia ocurrió, han ocurrido otras más en las que la muerte ronda aquí o allá; ya en el Istmo de Tehuantepec, como en la Costa o en la Cuenca o en cualquiera de los cuatro puntos cardinales de la entidad.
Tan sólo en el proceso electoral y por razones políticas, hasta antes de julio 1 de 2018, según Etellekt Consultores, hasta el 3 de junio, Oaxaca estaba en el segundo lugar en cuanto a violencia electoral, con 18 asesinados antecedido por Guerrero con 24. Esto es tan sólo en diez meses.
En los primeros seis meses de 2018 se registraron 551 homicidios dolosos, según datos del informe mensual del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), algo muy preocupante, ya que durante todo 2017, se registraron un total de 919 homicidios dolosos. Esto en sentido estricto tiene un sentido, asimismo, de ingobernabilidad e impunidad.
Esto porque en la mayoría de estos casos no hay resultados de investigación ni puestos a disposición quienes cometieron los homicidios o fueron autores intelectuales. Poco o nada se sabe de las pesquisas en lo relativo a los crímenes políticos y, sobre todo ¿qué está haciendo el gobierno del estado para detener esta ola criminal? ¿Cuáles son sus protocolos para parar este estado grave de agravios entre oaxaqueños?
Sí. Hay una ola nacional en tanto violencia criminal. Hay una corriente de violencia funesta en gran parte del país. No es gratuito que el gobierno de Estados Unidos recomiendo a sus ciudadanos no ir a lugares peligrosos de México, y son muchos…
Pero Oaxaca está en el torbellino violento. Como cuando las cosas se arreglaban mano a mano o como cuando los agravios se arreglaban con agravio: el más fuerte predominaba, no el que tenía la razón o no el que tenía la justicia de su lado: hacerlo así debió terminar hace mucho… ¿por qué hoy reaparece el fantasma de la violencia y el crimen cuando se supone que el gobierno-los gobiernos tienen instrumentos de prevención, procuración y administración de la justicia actualizados y modernos?
Pero así está la entidad. Y los ciudadanos de trabajo, la gente de los caminos, del campo, de las ciudades, de las montañas, del mar, de las planicies: todos piden que pare ya esta situación de inseguridad y de violencia.
El gobierno de Oaxaca con Alejandro Murat Hinojosa está obligado a solucionar este estado de cosas. De otra manera se podría convertir en un gobierno negligente o cómplice de estas injusticias y esto, por supuesto que no, nadie lo quiere.
Y lo dicho: no se trata de aguar la fiesta, que tenemos derecho los oaxaqueños a un respiro, a un abrazo de amigos, a una comida con todos, y derecho a bailar y a cantar y a extender la mano para la ayuda y para recibir ayuda: de todo esto están estos días oaxaqueños. Que sea. Pero que no se olvide que lo demás…
Y mientras son peras o manzanas, levantemos la copita de mezcal y cantemos, porque hay tiempo para tronar cohetes y tiempo para recoger las varas: “si te hablan de mi muchachita; si te hablan de mí en tu presencia, diles que yo soy tu negro santo; diles que yo soy tu negro santo: yo soy un feo, un feo que sabe amar, con todo su corazón que te quiere de verdad…”
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