El Partido de la Revolución Democrática parece haber entrado a su fase terminal. El famoso chuchinero al que se refirió Alejandro Encinas para describir las trapacerías y triquiñuelas en que incurrieron las huestes del llamado Chucho Mayor, Jesús Ortega, para hacerse del poder, en manos de ese grupo hasta hoy, pero que, aparentemente, está dispuesto a dejar en manos de un perredista de novísimo cuño, el regio Agustín Basave — ex priista, como buena parte de los padres fundadores del PRD y cercano de Luis Donaldo Colosio— para tratar de frenar la debacle que se cierne sobre ese partido, nacido en 1989 a raíz de la elección de 1988, en la que, merced a la “caída del sistema”, se despojó a Cuauhtémoc Cárdenas para imponer a Carlos Salinas de Gortari como Presidente de la República.
En poco más de 25 años hemos atestiguado el nacimiento, el crecimiento y la decadencia del PRD, que en opinión de muchos está al borde de seguir la suerte de su contemporáneo, el Partido del Trabajo, luego de haber tenido a la mano la ´posibilidad de convertirse al menos en la segunda fuerza política del País.
Provoca una enorme tristeza ver cómo se van por la borda tantos años de lucha de líderes de la estatura de Heberto Castillo, Demetrio Vallejo y el propio Cuauhtémoc Cárdenas, por culpa de una camarilla que ha antepuesto sus intereses personales a los de la ciudadanía, y especialmente de los más humildes, que son vistos como botín por todos los partidos y, tal como se ven las cosas, volverán a ser utilizados por el PRI.
El descrédito y la inoperancia del partido del sol azteca han llegado a tal extremo que el jefe de gobierno del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera, quien sigue sin afiliarse al PRD, pese a que fue el partido que lo postuló para el cargo que hoy ocupa, se ha cansado de repetir que evaluará si en el 2018 le conviene ser postulado por el PRD o si, de plano, mejor será recurrir a la figura del candidato independiente, y en una reedición del Bronco regiomontano, buscarla “por la libre”, seguramente calculando la carga negativa que puede significar el respaldo de un partido tan desacreditado.
En los últimos años el PRD se ha caracterizado por su servilismo y adocenamiento y, para colmo de males, no ha sabido capitalizar este apoyo incondicional al peñismo, a diferencia de lo que ocurre con el Verde, que tiene ya una posición de secretario (Semarnat) y otra de subsecretario (Escobar, en Gobernación, pese a las crecientes protestas de diversos sectores) en el gabinete presidencial.
A ello se suma la desbandada de tribus y grupos, a raíz de que Andrés Manuel López Obrador pintó su raya para consolidar el partido que ha ido perfilando a lo largo de los últimos años, así como la renuncia, por motivos diversos, de Cuauhtémoc Cárdenas, Marcelo Ebrard y otros personajes relevantes para el Partido. Otros muchos militantes se han pasado a las filas de Morena, y las corrientes (tribus) que permanecen, como la Nueva Izquierda de Bejarano y Padierna, están a un tris de pasarse también a ese partido.
Es una verdadera lástima ver cómo se esfuma el trabajo de militantes serios que, durante décadas lucharon por consolidar una opción seria de izquierda para tener acceso al poder. Que lucharon contra posiciones dogmáticas y sectarias e hicieron a un lado incluso sus legítimas aspiraciones, como Heberto Castillo, quien declinó como candidato a la Presidencia del Partido Socialista Unificado de México en favor de Cárdenas.
Ese tipo de gestos, de enorme estatura moral, desgraciadamente son cosa del pasado. Hoy lo que prevalece es la rapiña por las posiciones de poder, por el manejo de las jugosas prerrogativas que otorga el INE a los partidos y las comisiones de trabajo que mejor retribuyen a los legisladores, independientemente de que poco o nada hagan para cumplir dignamente con el encargo que recibieron de la ciudadanía.
Definitivamente el PRD necesitaría un líder que no se ve en el entorno actual para poder refundarse. Pero como eso no pasará, lo que se ve en el futuro es un partido que terminará por perder los espacios que en buena medida se deben a Cárdenas y a su gente, tanto en la Ciudad de México como en Michoacán y Guerrero.
Si Mancera no acepta la postulación perredista, ya estarán pensando en nominar a alguien del talante de Graco Ramírez (a menos que lo piense bien y tampoco él opte por la vía perredista).
Para muchos, la alternativa será Morena, especialmente luego de que se vio la fuerza que tiene en el Distrito Federal, donde obtuvo un número importante de delegaciones y diputaciones locales.
Sin embargo, las campañas del panismo —respaldadas por los priistas— contra López Obrador y la falta de líderes en otros niveles hace que aún se vea con desconfianza a esta agrupación, que tiene tres años por delante para tratar de vencer el sectarismo, sumar fuerzas, depurar liderazgos cuestionados y cacicazgos y consolidar una izquierda respetada y respetable.
Espero puedan brindarme su apoyo con una líder del PRD que está amenazandome