El trece de agosto es una fecha trascendental en la historia de México, las efemérides nos remiten a dos momentos fundamentales en nuestra memoria histórica y en la conformación de la nación y el estado mexicano. Hoy para muchos, la fecha pasa desapercibida, es por ello que es importante reflexionar lo ocurrido el mismo día, pero en diferentes años.
El trece de agosto de 1521, Cuauhtémoc, ultimo tlatoani en funciones cayó prisionero de Hernán Cortés, finalizando así el cruento sitio de Tenochtitlán y consumándose la conquista de México que inició en 1519. Fueron años difíciles para ambos bandos, los antiguos mexicanos vieron estupefactos como se desmoronó su universo, a pesar de que en su cosmovisión el mundo se renovaba cada 52, nunca imaginaron ser testigos del fin de sus tiempos.
Los presagios que fueron dados a conocer a Moctezuma Xocoyotzin, poderosísimo tlatoani, más sacerdote que guerrero, así como leyendas como la del retorno de Quetzalcóatl abonaron a enrarecer el ambiente. Pronto los mexicas descubrieron que los europeos no eran dioses o figuras mitológicas, sino guerreros como ellos y que venían por el todo. Cortés a pesar de su audacia y de su genio político y militar, tampoco la tuvo fácil en una empresa en la que arriesgo mucho, a pesar de que conformó un gran ejército con la unión de los tlaxcaltecas y pueblos oprimidos por los mexicas, tuvo que lograr el reconocimiento del Emperador Carlos I, enfrentarse a Diego de Velázquez, Gobernador de Cuba, sortear un motín, la expedición de Pánfilo de Narváez y el desastre de la Noche Triste. Repuesto de lo anterior, inició el encarnizado sitio de la gran Tenochtitlán, la cual ataco por tierra y por agua, literalmente fue destruyendo casa por casa y palacio por palacio.
Hasta que hace 502 años, el 13 de agosto de 1521, mientras intentó huir del sitio en una balsa, Cuauhtémoc fue apresado por uno de los capitanes de Cortés, García Holguín quien lo entregó al extremeño. Es conocido el momento en que el ultimo tlatoani le pide a Cortés que lo mate con su puñal pues no fue capaz de salvar a su pueblo y a su imperio. Con este hecho no solo se consumó la conquista y España se hizo de la joya de la corona de su imperio, la cual conservó por tres siglos, sino que fue el momento que definió el nacimiento de la nación y el pueblo mexicano, a través de la fusión de dos mundos. Hoy en Tlatelolco entre los vestigios de la zona arqueológica y la iglesia de Santiago, se alza una desgastada placa de granito que magistralmente resume ese momento y dice al final tras referirse a la efeméride: “…no fue triunfo ni derrota, sino el doloroso nacimiento del pueblo mestizo, que es el México de hoy”.
El sitio donde fue apresado Cuauhtémoc, corresponde hoy, a la iglesia de la Conchita y la calle de Constancia en el histórico barrio de Tepito. Año con año en una genuina manifestación de identidad y memoria histórica, la comunidad cultural y los habitantes del barrio bravo conmemoran en el atrio de la Conchita, la captura de Cuauhtémoc, rinden homenaje a su valor y a su legado. Es posiblemente el único sitió en México donde se recuerda lo acaecido en aquella jornada de 1521. Desde el año pasado han tenido el tino de convocar al Ejército Mexicano a la conmemoración, quien participa con banda de guerra, bandera con escolta y además de los honores castrenses, ejecutan números musicales. Es emotivo ver a los vecinos, particularmente a los niños, tomándose fotografías y fraternizando con las tropas. Este año los habitantes de Tepito, entregaron un reconocimiento al Heroico Colegio Militar con motivo de su Bicentenario.
Otro momento decisivo para nuestra historia, ocurrió también un 13 de agosto, pero de 1914, cuando se firmaron en las goteras de la Ciudad de México, los Tratados de Teoloyucan que dieron fin a la dictadura huertista y licenciaron al Ejército Federal.
Tras la Decena Trágica y la muerte del Presidente Madero y el Vicepresidente Pino Suarez, el Gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza encarnó la legalidad, promulgando el Plan de Guadalupe, que no solo desconoció a la dictadura de Victoriano Huerta, sino que formó al Ejército Constitucionalista, pie veterano del actual Ejército Mexicano. El Ejército Constitucionalista resulto ser una unidad formidable que sobre la marcha consolidó importantes liderazgos, particularmente el del General Álvaro Obregón, ranchero acomodado sin instrucción militar previa pero que resultó ser un genio de la guerra y uno de los contados generales invictos de la historia.
Obregón al mando de su Cuerpo de Ejército del Noroeste, avanzó imbatible derrotando a los viejos mandos del Ejército Federal, a pesar de la decisiva victoria de Villa en Zacatecas, Obregón fue quien amagó y tomó la Ciudad de México, detonando la renuncia y huida de Huerta, así como el licenciamiento del Ejército Federal, heredero de las glorias de la República Restaurada y el porfiriato. Licenciar a los vencidos no fue cosa menor, eran miles de hombres, armas de fuego, pertrechos, piezas de artillería y los buques de la Armada, Obregón lo logró con la precisión de un reloj suizo. Los federales se dispersaron: muchos partieron al exilio, a la vida privada, unos se unieron al constitucionalismo que al fin necesitó soldados de carrera para organizarse, otros se unieron a las facciones antagónicas a Carranza e incluso se dieron casos como el del General Ignacio Téllez quien, con sus hombres y elementos de guerra, abordó un buque de la Armada y huyó a El Salvador.
Pero Teoloyucan, no solo representó una victoria militar, sino una política pues afianzó el poder del Constitucionalismo y la promulgación de la actual constitución, es cierto que vendrían jornadas muy complejas como el enfrentamiento de Obregón y Villa en el bajío al año siguiente, o el propio rompimiento entre Obregón y Carranza en 1920 que derivó en la muerte de este último, sin embargo, la derrota de Huerta no solo vengó la muerte de Madero, sino fue el momento en cual la revolución tornó de una lucha legitima y social a un enfrentamiento de caudillos, es ahí donde estriba la importancia del 13 de agosto de 1914, como una fecha de reflexión y definitoria no solo en las décadas venideras sino en el propio siglo XX mexicano.