Joel Hernández Santiago
Pues eso; ya se vuelve un asunto de seguridad nacional de México el estado patológico del presidente republicano Donald J. Trump. Su obcecación por dañar a México. Su odio terrible hacia nuestro país. Su necedad y empeño en perjudicar a los mexicanos que trabajan o estudian en los Estados Unidos es eso que ellos mismos denominaron: una “obsesión fatal”.
No es novedad que los mismos estadounidenses duden de la estabilidad emocional del señor Trump. No es novedad que ya desde algunos sectores exijan revisiones a su estado mental, sobre todo porque es un hombre cuyos antecedentes y cuya trayectoria está envuelta en dudas de comportamiento y, de hecho, tiene actitudes extremadamente irracionales en cualquier ser humano, pero sobre todo para el presidente de un país cuya responsabilidad nacional y con el exterior son determinantes, asimismo, para la estabilidad internacional.
Y todo esto viene a cuento porque ya desde hace dos semanas Trump insiste de forma machacona en que si el gobierno de México no radicaliza sus políticas migratorias y permite el paso de migrantes extranjeros que se dirigen a los Estados Unidos para pedir asilo, entonces él cerrará la frontera.
Que cerrará la frontera ha sido su constante los últimos días. Esto, junto con su obsesiva exigencia de recursos para construir el muro que divida a su país con México. Un muro cuyo costo sería de 25,000 millones de dólares, según las estimaciones de Ed Zarenski, un profesor de cálculos constructivos del Instituto Politécnico de Worcester en Massachusetts.
El muro con nuestro país fue su promesa de campaña. Una promesa que viene de su propia mente porque nadie allá lo había pedido ni lo consideraban necesario. Si, acaso, mayor vigilancia para controlar el paso de trabajadores mexicanos sin documentos u otro tipo de efectos perjudiciales para ellos, según ellos mismos, aunque ya se sabe que la mayor cantidad de consumidores de narcóticos en el mundo está en EUA., muchos de los cuales votaron por Trump.
Y no hay día en el que no se refiera a México de forma agria, grosera, mal educada, sin disciplina diplomática y sí muy personalizada. México-México-México es su obsesión. Y esa obsesión es dañina para nuestro país porque agria las relaciones entre ambas naciones y mantiene en vilo toda decisión o actitud constructiva de sectores importantes de los dos países.
Porque también es cierto que en Estados Unidos una gran cantidad de ciudadanos y habitantes en general que no están de acuerdo con Trump en eso de perseguir a México bajo toda circunstancia y mucho menos están de acuerdo con la construcción de la barrera y, hoy mismo, con el cierre de la frontera.
Cerrar la frontera con México, según su amenaza, costaría a los dos países un estimado de 2 mil millones de dólares cada día por la pérdida del intercambio bilateral. Se perjudicaría el cruce de 10 mil camiones diarios, lo cual ha puesto en alerta a empresarios de los dos lados de la frontera…
De hecho, el presidente de la Confederación de Cámaras Industriales, Francisco Cervantes, anunció que existe un gran retraso en la frontera para el pase de mercancías de uno a otro lado. Naturalmente los empresarios de los estados de la Unión Americana que colindan con México ven con mucha preocupación la posibilidad de este cierre y apenas hace unos días, una comisión de ellos pidió hablar con el presidente Trump sobre los riesgos a los que los esté exponiendo.
En Estados Unidos, con Trump o sin Trump, las leyes funcionan y los estados cuentan con su carga irreductible de soberanía, como parte de la Unión, y es por esto que la medida del cierre de frontera por el “estado de emergencia nacional” que anuncia el presidente y que por lo mismo tiene atribuciones para cerrar, les molesta porque no hay ese ‘estado de emergencia nacional’ y porque simple y sencillamente ven en lo dicho por Trump como un capricho más en su obsesión en contra de México.
También los integrantes del Partido Demócrata de Estados Unidos, cuyos esfuerzos por contener las maldades de su presidente son permanentes, han advertido a México que modere su política migratoria de tal forma que haya un mayor control y un menor riesgo para todos con estas caravanas que ahora ya no son sólo de centroamericanos, sino de otros países.
El gobierno mexicano mantiene su política de “Amor y paz” con el gobierno de Estados Unidos. Dice el presidente López Obrador que no entrará en confrontaciones con Trump, y que la política migratoria es propia de las decisiones soberanas de México, lo cual es absolutamente cierto.
Aun así, los dichos diarios de Trump mantienen en tensión no sólo al gobierno de México, sino también a trabajadores, estudiantes, empresarios y un mundo de seres humanos que tienen vínculos de frontera a frontera. Cerrarla es una idea descabellada, pero casi todas las ideas de Trump son eso: descabelladas….
Muchas de cuyas ideas, ya se ha dicho, no corresponden a las ideas de gran parte de los estadounidenses que miran más a lo lejos, que son conscientes de que este es un mundo global y que todo habrá de tratarse con el respeto que cada uno merece en las relaciones internacionales.
Gente amiga y querida por los mexicanos la hay allá, también, y mucha.
Pero mientras son peras o son manzanas Trump utiliza todo esto para llevar agua a su molino en vista del proceso electoral en Estados Unidos y que ya comienza en unos cuantos meses.
Así que esto es nada comparado con lo que sigue en su obsesión fatal. No sólo por su patológica personalidad sino porque quiere hacerse de los votos de los estadounidenses más conservadores dentro del conservadurismo del Partido Republicano. Así que, el presagio de turbulencias para México está a la vista. Alerta todos.
jhsantiago@prodigy.net.mx