Desde antiguo, en verdad desde hace mucho tiempo los hombres se dividían en libres y esclavizados, en nobles y plebeyos, pero en el ayer existió un movimiento armado por el pueblo, al cual la historia nos dice que se le denomino Revolución Francesa. También es cien por ciento verídico que en la antigüedad y en nuestra querida Nación los hombres se dividían en indios y conquistadores, en liberales y conservadores, en federales y revolucionarios, pero al igual que en otras latitudes y en diferentes tiempos y circunstancias nació un movimiento armado que hizo que se derramaran millones de litros de sangre de hermanos mexicanos, sangre que sirvió de tinta para que en Querétaro se promulgara, lo que hoy conocemos como Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
En la actualidad en éste sagrado suelo en el cual por fortuna vivimos, existe una división latente y marcada de chairos y fifís, de decentes e indecentes, de gobernados y gobernantes, de honestos y corruptos, de letrados e iletrados, de inteligentes y penders, de policías y ladrones, de delincuentes e inocentes y a todos ellos nos cobija y protege nuestra Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
En México, al igual que en otras naciones de la gran comunidad internacional prevalece la Constitución, la cual dice que los mexicanos, que todos los mexicanos somos iguales ante la ley, más también es muy verídico que la desigualdad campea en ésta Cuarta Transformación de la República y que la igualdad de la oportunidad es la única que puede conseguir que el desnivel social y de clases tienda, ojalá así sea a desaparecer. En vista de ello en nuestra Ley Suprema se dice y afirma que todos seremos juzgados por las mismas leyes y que debemos gozar por igual de la protección y cobijo de ellas en todo el territorio de México y que todos los nacionales o nó nos encontramos sometidos a los mismos deberes, servicios y contribuciones, no pudiendo concederse ni beneficios, ni privilegios ni impunidades, ni exoneraciones de éstas sino en los casos en que la ley lo permita.
La Academia de Derecho Penal del Colegio de Abogados de México, A.C., sabe también, por ser verdad que a pesar de ello, en México se hacen patentes y vigentes excepciones al principio de igualdad, que en materia penal están constituidos por la inviolabilidad y la inmunidad, la impunidad y la indecencia, la cual concede verdaderos privilegios a un sector de indignos mexicanos, por razón del cargo que disfrutaran en ciertos momentos de nuestra historia, derivados dichos privilegios de cierto desviamiento de criterio de autoridades mediocres.
Tengo la absoluta certeza, que la pluma de quién esto escribe, no resulta ser la mejor en cuestiones de convencer a la autoridad a que modifique su actuar, pero a la par, tengo la absoluta convicción que lo non plus ultra de mis amables lectores si pueden convencer a la autoridad para que modifique en ciertas ocasiones su incorrecto actuar, es por ello, que hoy me atrevo a afirmar que lo más prudente seria encauzar los actos de gobierno a los cánones que exige el espíritu de nuestra Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, sin demagogias ni divisiones que en momento determinado puedan alterar la paz social.
Es preciso advertir y así lo hago, antes de proseguir, que ésta pluma no se propone, a diferencia de otras, crear divisionismo. Sería ello inútil para los fines contenidos en el espíritu de nuestra Ley Suprema, ello sólo nos llevaría a una venganza de sangre o a expulsar de nuestro sagrado suelo la Paz.
Pero como deseamos, siguiendo el consejo de nuestros grandes maestros universitarios, que cuanto sea escrito y dicho derive de un principio y tenga armónicas consecuencias, nos importa afirmar que nuestra Constitución Política sea aplicada a cabalidad honrando el Principio de Igualdad ante la Ley.
Al aplicar y honrar el referido principio tendremos consecuencias jurídicas que nos harán entrar al principio de igualdad.
Como bien es sabido por todos, no basta que en nuestro orden jurídico reconozca y respete la igualdad y en general los derechos de los mexicanos como personas; es menester también que instituyan los medios para conseguir ese respeto o para remediar esa inobservancia. Sino se hace así ésta Cuarta Transformación o engaña al pueblo y a México colocándolo en la indefensión ante la postura de las autoridades, o se muestran inmutables ante las exigencias de la colectividad, y sobre todo, ante los reclamos de los gobernados. Las Leyes de México contienen como garantía suprema los derechos propios de todos los mexicanos y hoy nuestro derecho lo hacemos valer para que en verdad se provea justicia sin concesiones impropias, sin distingos y eso nos coloca ante la exigencia de justicia.
Hoy con base en la igualdad, sólo podemos, sólo exigimos, sólo deseamos, sólo anhelamos Justicia. México al igual que ayer tiene sed y hambre de justicia, así como hay inocentes en cárcel, así queremos ver a la delincuencia de poder en ella. Sólo así podremos decir tú y yo somos iguales, dado que la ley no permite ninguna exoneración.
Lic. Alberto Woolrich Ortíz.
Presidente de la Academia de Derecho Penal del Colegio de Abogados de México, A.C..