La tecnología y la democracia pueden trabajar en conjunto para un mejor futuro. Esto tiene todo que ver con el uso que le damos a las Tecnologías de la Información y la Comunicación, conocidas como TIC’s.
Desde su aparición, las TIC’s han provocado que vivamos en una revolución constante de la que no nos damos cuenta. No nos detenemos a entenderla, por lo tanto, mucho menos aprovecharla en todos los aspectos de la vida y en favor de la sociedad. Este cambio significativo en nuestras vidas y su avance sigue transformando prácticamente todos los aspectos de ésta, incluyendo la forma en que interactuamos con la política y la democracia.
Simplemente al pensar cómo ha cambiado nuestro día a día con el uso de teléfonos móviles, computadoras, internet y redes sociales, podemos darnos una idea de esto. A esta lista habría de sumar las herramientas de uso más empresarial y educativo, como: sistemas de gestión de bases de datos, bases informáticas, plataformas en línea y, el que más suena hoy en día, inteligencia artificial.
Se trata, entonces, de tecnologías que abarcan desde dispositivos electrónicos, software, redes de comunicación, hasta sistemas de información que han modificado la forma en que procesamos, guardamos, transmitimos y manejamos la información.
Las TIC’s son consideradas como recursos disruptivos por su nivel de innovación y tienen el objetivo de abrir nuevos caminos y mejorar los procesos y tareas que ya ejecutábamos de manera analógica. Impactan así en las comunicaciones de las personas, empresas, organizaciones y, también, el modo en que interactuamos como ciudadanos con la democracia.
Desde el acceso a la información hasta la participación ciudadana, las TIC’s tienen el potencial de fortalecer y enriquecer nuestros sistemas democráticos. Sin embargo, también han planteado retos que debemos considerar si queremos darles un uso efectivo y responsable que nos ayude a construir una mejor sociedad. Porque, al tiempo que nuestro mundo evoluciona hacia la digitalización, hay que tomar en cuenta que los delincuentes cibernéticos también evolucionan.
Apenas hace unos días, el presidente del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), Reyes Rodríguez Mondragón, en su participación en el congreso internacional “Tecnologías digitales: Democracia y regulación desde Europa y América” sostuvo que el uso de las tecnologías puede mejorar las democracias agilizando el registro de votantes, el conteo de votos y la verificación de los resultados, al tiempo que puede reforzar las medidas de seguridad para detectar y prevenir fraudes electorales. Sin embargo, advirtió que la disponibilidad tecnológica puede propiciar discriminación y difusión de información falsa. De ahí la necesidad de una regulación respecto a su uso, principalmente el de la inteligencia artificial.
Respecto a los primeros nombrados por Reyes Rodríguez, podemos considerar al voto electrónico, una de las muchas modalidades en que se pueden usar las TIC’s en la democracia. En el último encuentro del International Institute for Democracy and Electoral Assistance (IDEA), se declaró que sólo 49 países han utilizado de alguna manera el voto electrónico, la mayoría de ellos en Asia. En México, por ejemplo, antes de las últimas elecciones, ya se había experimentado con el voto vía internet para los mexicanos en el extranjero.
Como novedad y luego de este encuentro de IDEA, en las elecciones locales más recientes de nuestro país, celebradas hace apenas unos meses en el Estado de México y Coahuila, se tenía planeado que se utilicen 238 urnas electrónicas como una prueba piloto. Sin embargo, el INE canceló el uso de urnas electrónicas en Coahuila por una falla en la programación. Fueron 74 urnas electrónicas que no se ocuparon. En su lugar, se regresó a las boletas de papel y urnas convencionales. Por su parte, en el Estado de México, se implementaron 164 urnas electrónicas. Incluso una de las dos candidatas realizó su voto en una de estas. De acuerdo con el INE – y con las declaraciones del presidente del TEPJF –, esta medida garantiza un voto rápido, seguro, libre y secreto.
Podemos estar de acuerdo con que el voto electrónico evita equivocaciones por parte de los votantes – como tachar varias casillas en las boletas – y la consecuente anulación de sus votos. También, con que garantiza la precisión en el conteo y ahorra gran parte del tiempo que los funcionarios de casilla ocupan para numerar y verificar cada voto, pues el sistema es capaz de hacerlo por sí solo. El mayor tema que veo en esto, en el que creo que no estoy solo, es que como mexicanos, es muy difícil confiar en una programación que nadie ve. Les puedo decir que entre más conozco de tecnología, menos confío en ella.
En el intento de dar confiabilidad en los resultados en este caso específico, es decir, en el uso de las urnas electrónicas en el Estado de México, la urna imprimía un testigo del voto y lo almacenaba, esto con la intención de hacer un cotejo con el acta emitida por la misma urna al cierre de la votación. En este sentido, y en el ideal de consistencia, el voto electrónico permite tener resultados finales y certeros desde el momento en que se cierran las casillas, lo cual indica un proceso mucho más rápido y acertado. Aun así, el costo es muy elevado, porque estaríamos usando la misma tecnología para hacer y auditar las mismas cosas.
El voto electrónico es uno de los muchos ejemplos de uso de TIC’s en la democracia. Hay que decir que su aprovechamiento ha mejorado la eficiencia y la seguridad en el proceso electoral, desde el registro de votantes hasta el conteo de votos y la publicación de resultados. Además, han facilitado el acceso a información sobre candidatos, propuestas políticas y procesos electorales; así como la comunicación entre ciudadanos y gobernantes, lo que nos permite tomar decisiones informadas en la democracia.
Nos encontramos, asimismo, con plataformas de participación ciudadana, pues las redes sociales y aplicaciones específicas fomentan la participación ciudadana en la toma de decisiones y el debate público. Lo que haría falta en nuestro país es regularla como una forma legal de participación. Esto promueve la inclusión y la representatividad. Ahora, también debemos tomar en cuenta que, aunque las redes sociales en la política juegan un papel importante, nunca se sabe a ciencia cierta la identidad real de los perfiles, por lo que puede prestarse a manipulación.
Tampoco podemos dejar de lado que las TIC’s benefician la transparencia y rendición de cuentas. Ayudan a facilitar la fiscalización de los actores políticos y gubernamentales. Esto permite que podamos exigir transparencia y responsabilidad en la gestión pública.
Todas estas son algunos de los pros y contras que se pueden dar con el uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación en la democracia. A ello se agrega un riesgo posible e importante: ¿quién puede disponer a los datos y análisis generados por éstas? Si partimos de la idea de que debe existir una cancha pareja para las diferentes ideologías y distintos partidos en las elecciones, es muy probable que quienes tengan acceso a una mejor tecnología, tengan también una ventaja significativa.
De ahí que sea cierto que la tecnología y la democracia pueden trabajar juntas para un futuro más equitativo, pero también que necesitamos políticas adaptativas y anticipatorias eficientes capaces de responder a un mejor futuro para todas y todos.