Norberto Amaya A. ///Ciudad de México a 23 de enero de 2017.
Twuitter: @Amaya5M.
Hoy en día es difícil sostener la prevención de enfermedades y sobre todo la atención y la curación de las mismas. Quienes asistimos a instituciones públicas del sector salud nos encontramos con carencias de materiales o de medicamentos, lo que ocasiona que los médicos que atienden solamente entreguen una o tres dosis para remediar los males, lo que falta para el tratamiento debe comprarse en las farmacias partículares y los precios de medicamentos son altos, y en donde los precios son bajos no cumplen con los estándares de calidad que establece la Organización Mundial de la Salud (OMS). Es terrible el obtener la consulta y la atención adecuada.
El exceso de trabajo o de atención de pacientes hace que se genere una saturación bárbara de los servicios y ocasiona que personal de servicio, enfermeras, médicos en general, socorristas y quienes prestan primeros auxilios se desesperen y obviamente enfrenten reclamos de familiares y acompañantes de los enfermos. Me ha tocado observar – y vivir con familiares y amigos- como las unidades de emergencia se ven imposibilitadas de abordar situaciones de crisis, heridas, vías respiratorias o ataques al corazón. Por mencionar algunas. De noche o en madrugada la cuestión es peor, porque no hay farmacias abiertas para ir por los medicamentos correspondientes.
El recorte del gasto público asignado al sector salud es dramático, pues basta comparar el crecimiento de la población y el surgimiento de nuevas enfermedades, con que realmente requieren clínicas, hospitales o centros de salud. Ya se sabe que uno de los objetivos es privatizar la salud en México y que el IMSS, ISSSTE u Hospitales Regionales, etc, que dependen de los gobiernos federal o estatal, se colapsen y se justifique su desaparición o reducción a lo mínimo, para que entre el sector privado con fines de lucro. Como ya sucede a lo largo y ancho del país.
Es deprimente mirar a enfermos suplicando atención y están horas y más tiempo a la espera de ser atendidos. Quiero aclarar que lo mismo hay profesionales de la salud que cumplen su trabajo y tienen toda la conciencia social y de servicio público, así como hay otros que atienden con desgano, negligencia y de forma grosera, pues como algunos de ellos comentan a ciertos pacientes: “yo prefiero atender en mi consultorio o en la clínica a la que estoy asociado”. Y ofrecen con discreción o abiertamente sus direcciones y las horas que quieran para ser atendidos. En todo caso algunos trabajadores de la salud se han vuelto cómplices de la privatización en marcha del sector salud y no entienden que se agreden a ellos y afectan a millones que requieren la atención médica básica, ya no hablemos de la medicina especializada. Algo debemos hacer para responder a está grave situación.
Los ancianos y los niños son hoy bombardeados por está política de privatización y recorte de gasto, es indigno observarlos sentados en las bancas de plastico, en el suelo o tendidos a las afueras con una cobija raída, sin más consuelo y abrigo que el abrazo de sus familiares. Personal sale y entra, el argumento es que: “todo está lleno, no hay espacio, ni camas, ni médicos”; “no podemos hacer nada, si quieren váyanse a otro lado o esperen. Posiblemente en ese lapso el paciente ya no tiene remedio. Así están las cosas.
Otro asunto, en México no hay médicos o enfermeras capacitados para entender enfermedades derivadas de las drogas (alcohol, anfetaminas, metanfetaminas y demás), pues es fácil que los pacientes (jóvenes, insisto) sufran convulsiones, arritmias o paros respiratorios y cardíacos y otros ante la imposibilidad de ser atendidos opten por decisiones extremas (suicidios o autoagresiones irreparables en cuerpo humano) ante la angustia y desesperación de los suyos. Esto lo sabemos, es resultado de que México se volvió un consumidor de drogas, sobre todo en las grandes ciudades, pero también en zonas rurales. No hay entonces una política pública de atención a nuestros ancianos, niños y jóvenes.
El gobierno privatizador está llevando una política de “dejar morir y que vivan los que resistan”. Así de brutal es lo que hoy pasa en el sector salud, por tal motivo debe emprenderse una campaña de la medicina preventiva, del incremento al gasto al sector salud y de limitar los cobros de la medicina privada, del monto de precios de medicamentos en farmacias y por supuesto vigilar con mayores restricciones la forma en que definen sus objetivos los laboratorios nacionales y transnacionales. Está breve columna, a lo mejor debió llamarse: “morir muriendo en México”.
Sí esto no nos indigna, ¿entonces que más debe pasar para recuperar el sentido del amor al prójimo y la solidaridad! Pregunto.
Reflexiones. Hoy lunes inicia una serie de presentaciones de su libro, nuestro amigo el doctor Ricardo Monreal Ávila, cuyo titulo es: La Economía del Delito, donde aborda el tema de la inseguridad pública y la relación entre economía y crimen. Seguramente bien documentado y se publica en momentos de enorme tensión social. ¡Adelante doctor Monreal, las presentaciones que venga van a servir para hacer conciencia! Tal y como lo han hecho ya otros amigos nuestros y suyos. Nos vemos pronto.
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