homo políticus
- Más Rayas Delictuosas del Tigre Blanco
El castillo de naipes del gracato, que se mantuvo de pie no obstante los ventarrones político-judiciales federales en el cuauhtemato, se vino abajo no por un simple juego de cartas marcadas, sino siete semanas atrás con una operación margarista de realpolitik.
Cuando el Lawfare de la Legislatura 56 contra Uriel Carmona, desde entonces el inminente efecto dominó en el organigrama de Apatlaco 165 restaba sorpresa al consabido advenimiento: el zarato contra las orgías de dinero público tendría, más temprano que tarde, un nuevo zar anticorrupción.
Imposible no hablar de Carmona —«Él ya no está […] Ya se fue», lo sentó su padre en la sala de estar—, pues su cabeza fue trofeo de concurso electoral, federal y estatal. La gobernadora Margarita González-Saravia nunca pateó la pelota como otros, pero sí cumplimentó su plausible colectivamente primer gran compromiso con quienes votaron a favor y con quienes votaron en contra —y con la inquilina de Palacio Nacional—, es decir, con todos: deponer del cargo al zar anticrimen que no quiso serlo largos siete años, dejando tras de sí una estela se espera no negociable de corrupción e impunidad.
Entre quienes se subordinaron a Graco para designar a Carmona, están Eder Rodríguez, Julio Espín, Beatriz Vicera, Paco Moreno, Julio Yáñez y Francisco Santillán, entre otros que debían sentirse responsables de una procuración de justicia deficiente y con sesgo político, que acumuló cuerpos en la morgue y casos de impunidad como nunca.
Luego protegieron a Carmona los diputados Tania Valentina Rodríguez, Julio César Solís, Ángel Adame, Verónica Anrubio, Elisib Polanco, Marguis del Rayo, Agustín Alonso chico, Macrina Vallejo, Alberto Sánchez, Luz Dary Quevedo y Pancho Sánchez. Los dos hombres fuertes de Palacio de Gobierno y de Gándara sin número, esta vez, realizaron un lobbying de persuasión y comunicación no diseñada ni ejecutada al menos durante el septenio del urielato, y se cumplió la promesa de deposición del cargo.
La designación de Leonel Díaz es netamente del subprocurador de Justicia Edgar Maldonado —el procurador de facto es Fernando Blumenkron. Ojalá su agradecimiento y deseo de éxito boletinado a Salazar —el febrero se sentaron a negociar y hasta posaron para la fotografía—, no sea una exoneración anticipada, porque su gestión estuvo marcada por torcer la ley con actos de corrupción al menos política. El exrector Alejando Vera, perseguido político de Salazar, ya puede salir de su escondite en Tlayacapan y plantar cara para tratar de limpiar su nombre.
Hombre de por sí con accidentes faciales marcados, el zar Díaz posó con cara de tan pocos amigos que causó divertimento entre una parcialidad de interesados en la cosa pública. Ya habrá de ir relajando los músculos el excandidato graquista perdedor a diputado local en 2006, tan pronto despida a su número 2 y a los juanistas becados siete años, porque su jefe Maldonado —Hugo Éric Flores le envió un telegrama político urgente hace tres días— no ha limpiado su oficina de urielistas.
letraschiquitas
El reportaje de la periodista Estrella Pedroza para la revista Proceso, de ocho páginas y nueva información de viejos hechos delincuenciales del anterior gobierno estatal, como los decesos de ancianos del DIF por falta de atención y medicamentos, tiene todo para ser el epitafio político de Cuauhtémoc Blanco, si la Cuatroté —su partido Pantone 1805 prohibió ayer financiamiento privado y nepotismo electoral— no espera al 2027 para sacudirse ese lastre y ganar simpatías. Le comparto una parte del reportaje: Exgobernador de Morelos: Blanco, pero no limpio: nepotismo, desfalcos, derroches, escándalos…