* Pero el verdadero delito es el del Estado que deja en orfandad a sus hijos, el padre ausente que abdicó de su tarea de imponer legalmente el orden, para convivir
Gregorio Ortega Molina
Lo narrado por Stieg Larsson en la trilogía Millenium como consecuencia de los resultados del entretenimiento de la clase ociosa, de los guardianes del orden constitucional y los vigilantes de la preservación del Estado de derecho, palidece ante lo que hoy ocurre en México.
Las cifras parecen superar la realidad, las expectativas y los límites de la seguridad. Mientras el gobierno insiste en que vamos bien, me pregunto ¿a dónde?, porque el que no paga derecho de piso, desaparece; a las mujeres las violan y las matan porque parece que los desocupados no tienen otra cosa qué hacer; el robo crece como la espuma, sin olvidar la extorsión desde los centros penitenciaros, pero nadie se anima a detener el delito, pueden más las complicidades.
Observatorio Nacional Ciudadano informa que, ahora, abren investigación por homicidio cada 21 minutos en esta aterida nación, en la que las víctimas y sus familiares son los huérfanos del Estado. Para ellos se murió esa institución de instituciones que debiera de protegerlos. Es un padre ausente.
“Cada 21 minutos con 7 segundos se inició una carpeta de investigación por homicidio doloso a nivel nacional durante agosto de este año, según el “Reporte sobre delitos de alto impacto. Agosto 2017”; además, los casos denunciados de homicidio doloso, secuestro y extorsión incrementaron entre julio y agosto del presente año. En el documento se estableció que el delito de homicidio doloso pasó de 2 mil 29 carpetas de investigación abiertas en julio, a 2 mil 114 en agosto, un alza de 4.19 por ciento. En materia de secuestro, las carpetas de investigación aumentaron de 117 a 127, es decir, 8.55 por ciento más.
La extorsión pasó de 404 a 513 investigaciones, es decir, 26.9 por ciento más.
No son las cifras oficiales, pero nadie las rebate. Lo terrible es que ahora la literatura nos lleva de la mano a esa siniestra realidad que nos oprime. Retomo mi lectura de Philip Kerr y su novela Una investigación filosófica, donde se escribe lo siguiente:
Su único consuelo era que todas esas novelas estaban invariablemente escritas por gente que apenas conocía o incluso desconocía por completo la profunda banalidad, irracionalidad y brutalidad de los asesinatos reales. Impresión que reforzaba la fotografía de los autores en las solapas: jóvenes madres de rostros sonrosados y frescos, intelectuales con gafas y pinta de malas pulgas, pulcros publicitarios impecablemente vestidos, aburridos profesores universitarios, solteronas remilgadas y dispépticas, y psicópatas fracasados cuyas duras y sombrías miradas de aspirante a estrangulador de Boston o Jake le recordaban la de su padre.
Edipo con las manos ensangrentadas y la mirada perdida, porque es incapaz de creer que todo se reduce a un pleito con su padre. Cada víctima es la recreación de ese asesinato original, y quizá también tiene su origen en la declarada muerte de Dios. Lo cambiaron por el dinero y el poder.
Pero el verdadero delito es el del Estado que deja en orfandad a sus hijos, el padre ausente que abdicó de su tarea de imponer legalmente el orden, para convivir.
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