* La mentira intenta conferir legitimidad a lo que no la tiene, envuelve, disfraza y prolonga la agonía de lo que dejó de ser hace muchos sexenios, cuando decidieron disminuir al Estado
Gregorio Ortega Molina
Quienes ejercen el poder escudados en su tenue luz de las entendederas y detrás de un pálido barniz de su comprensión del mundo y la historia de su entorno, necesitan mentir para sostenerse donde se encuentran; lo hacen por necesaria pulsión vital. Si pierden el mando fallecen, al menos anímicamente, transitan a la abulia, al desinterés, a la nostalgia de lo que soñaron ser y no fueron.
El tema es bíblico. Está en el origen: Eva y Adán se pelotean la responsabilidad adquirida del pecado original, que no es otra cosa sino un desafío para medir fuerzas, ver si pueden convertirse en lo que no son y jamás serán. La secuencia es lógica, el incordio de la envidia entre Caín y Abel. Y de ese escarnio entre hermanos se incuba el odio que confronta y lleva a la muerte. No es cualquier crimen. Del pecado original se transita al asesinato, ejecución primera, que determina la deriva del encono entre hermanos.
Teólogos e historiadores de las religiones y de los mitos que determinan o inciden en el comportamiento de los humanos, siguen ese hilo de Ariadna desde el Jardín del Edén hasta nuestros días. La pulsión por mentirse y por mentir, es más señalada entre aquellos cuyo sueño de trascenderse en la historia, se transforma primero en una pesadilla, y después en hechos que se niegan, no se aceptan, se desconocen, pero que determinan su paso por el mundo, o cuando menos en su pequeño entorno, local y nacional.
La pulsión por mentir adquiere tal fuerza, que ese personaje enseñoreado en el poder se ve obligado a modificar su percepción de la realidad, y pasa a vivir del ensueño de sus proyectos, de esos logros que únicamente existen por su palabra y debido a la aquiescencia absoluta y ciega de sus allegados. Lo muestra más la literatura, la constancia histórica lo oculta o lo disfraza, puesto que el líder nunca puede fracasar, y porque la narración siempre está a cargo de los vencedores.
El problema se agrava cuando la mentira sustituye a la verdad, porque se manifiesta un quiebre en los valores que permiten construir una comunidad para alimentar una nación y fortalecer un Estado. El deterioro de la moral, la ética y el valor de la palabra en lo que es, debilita la posibilidad de ser y pertenecer porque, otra vez de regreso al origen del diálogo con la serpiente, se empeñan en ser lo que ni remotamente aprendieron ser.
Para esos humanos mentir equivale a tomar gerovital, a vitaminarse con complejo B12; entonces se vuelven hábiles en el manejo y la conducción de la palabra, porque ésta adquiere la forma y dureza de una envoltura que les posibilita fingir que continúan con vida, respiran, piensan, toman decisiones, cuando ya son otros los que viven en ellos y por ellos.
La mentira confiere legitimidad a lo que no la tiene, envuelve, disfraza y prolonga la agonía de lo que dejó de ser hace muchos sexenios, cuando decidieron disminuir al Estado.
Acerca de Omar Hamid García Harfuch
Me llega un mensaje que por su importancia transcribo tal cual.
¿Quién es Omar Hamid García Harfuch?
García Harfuch era coordinador estatal de Seguridad Regional de la Policía Federal en Guerrero cuando desaparecieron a los 43 compañeros normalistas de Ayotzinapa. Su nombre estaba en la libreta de contactos del capo Sidronio Casarrubias.
En relación con el caso Ayotzinapa, García Harfuch ha sido mencionado –por nombre o cargo– por personajes como el defenestrado gobernador Ángel Aguirre Rivero y el ex fiscal de Guerrero Iñaki Blanco como uno de los representantes federales que formaban parte del Grupo de Coordinación Guerrero y que supieron de la operación de los cárteles y de su presunta colusión con autoridades municipales.
García Harfuch, también fue director de la Agencia de Investigación Criminal en el régimen de Enrique Peña Nieto, y por su historial familiar deja mucho que desear…
Es hijo de Javier García Paniagua, titular de la extinta Dirección Federal de Seguridad encargada de las planear las desapariciones forzadas, las ejecuciones extrajudiciales, la fabricación de delitos y la persecución hacía todo opositor al gobierno durante la guerra sucia en los años setenta, y de María Harfuch Hidalgo, cuyo nombre “artístico” es María Sorté (misma a la que su hijo Omar García Harfuch, trasladó exclusivamente en un avión oficial de la PF, durante las inundaciones acontecidas en Acapulco, Guerrero, tras el paso de los huracanes “Ingrid” y “Manuel”, en 2013, sin subir al avión a ningún damnificado ni dándole ningún uso en beneficio de la población afectada).
Cabe mencionar que el abuelo de García Harfuch, fue el general Marcelino García Barragán, quien fungió como secretario de la Defensa Nacional del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, mismo que ejecutó desde la clandestinidad la matanza de estudiantes en la plaza de las tres culturas el 2 de octubre del 1968.
Así el historial de quienes nombra Claudia Sheinbaum, dándole más poder a este sicario de un sucio y abyecto historial familiar implicado en represiones hacia movimientos sociales.
¿Será que ahora ya sabemos de qué lado masca la iguana, o son estos mensajeros los que nos toman el pelo?
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@OrtegaGregorio