Gregorio Ortega Molina
* Imposible determinar desde hace cuántos sexenios los gobiernos de México son copartícipes y/o encubridores de esa estrategia global diseñada por un nuevo poder económico, para el control social y político de la energía sobrante que mueve a las sociedades
¿Por qué el gobierno de México debe establecer acuerdos con el de Estados Unidos, para administrar el mundo del narcotráfico y simular que lo combate? ¿Por qué el general secretario de la Defensa Nacional habría de comprometerse a supervisar que esos arreglos no escritos se cumplieran?
Jorge Suárez-Vélez, en su texto para Reforma del 22 de octubre último, ofrece los datos para que meditemos de qué y cuánto se trata, y comprendamos que enfrentamos a un auténtico poder económico: “En el mundo se demandan 360 mil millones de dólares de drogas ilegales al año. En Estados Unidos, la demanda por mariguana, cocaína, heroína y metanfetaminas fluctuó entre 120 y 145 mil millones de dólares al año entre 2006 y 2016. Al tener 3 mil kilómetros de frontera común, nuestro territorio ofrece vías idóneas para introducir producto que la satisfaga. Poderosas organizaciones criminales pelean por controlar rutas y puntos de entrada. Al lograrlo, se hacen de cuantiosos recursos; pueden comprar armas, equipo, sicarios e incluso influencia política”.
Dejémonos de hipocresías, falsa moral y gazmoñería. Es casi el monto de la deuda externa de México lo que se comercia de estupefacientes a través de la frontera norte y, de alguna manera, un porcentaje de esa enorme masa monetaria alivia los pesares de la economía nacional, muy por encima de las promesas incumplidas de los empresarios y de la corrupción gubernamental. Ahora de lo que se trata, es evitar que tomen control del Estado y sus instituciones.
Los auténticos, los verdaderos barones de la droga -no los que terminan con sus huesos en las cárceles de México o de Estados Unidos, que sólo son operarios confiables y más o menos eficientes- tienen un proyecto que trasciende a los Estados nacionales y se inscribe en la globalización, la refuerza, le da aliento, porque para su actividad no deben existir fronteras.
Las narco dependencias también son un asunto de orden social y de control político. Quizá nos conviene regresar a la lectura de Herbert Marcuse para refrescar en nosotros sus trabajos sobre energía sobrante y la manera de servirse de ella, o al menos controlarla. De alguna manera sus investigaciones, sus hipótesis y sus propuestas, contribuyeron a comprender y solucionar las consecuencias de la explosión de contracultura de 1968. El grafiti que nos advierte que está prohibido prohibir hubiera arrasado en los muros de las redes sociales.
Hay un acelerado crecimiento de consumidores de estupefacientes a partir de esos años, del regreso de las tropas estadounidenses de Vietnam, y del necesario control político y militar de Afganistán, donde su produce buena parte de la adormidera, cuya goma se transforma en heroína para los consumidores europeos y asiáticos; el mercado de América del Norte es abastecido por los plantíos de México. Heroína menos pura, pero menos dañina. Los heroinómanos buscan la “morenita” mexicana, les prolonga el sueño de vivir.
Imposible determinar desde hace cuántos sexenios los gobiernos de México son copartícipes y/o encubridores de esa estrategia global diseñada por un nuevo poder económico, para el control social y político de la energía sobrante que mueve a las sociedades.
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La realidad no deja de acosarnos, El INEGI se encarga de que la tengamos presente, e informa que en octubre de 2020 el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) registró un incremento de 0.61 por ciento respecto al mes inmediato anterior, así como una inflación anual de 4.09 por ciento. En el mismo mes de 2019 las variaciones fueron de 0.54 por ciento mensual y de 3.02 por ciento anual.
El índice de precios subyacente avanzó 0.24 por ciento mensual y 3.98 por ciento anual; al mismo tiempo, el índice de precios no subyacente aumentó 1.77 por ciento mensual y 4.42 por ciento anual.
Dentro del índice de precios subyacente, los precios de las mercancías crecieron 0.29 por ciento y los de los servicios 0.18 por ciento mensual.
Al interior del índice de precios no subyacente, los precios de los productos agropecuarios subieron 1.45 por ciento mensual, mientras que los de los energéticos y tarifas autorizadas por el gobierno lo hicieron en 2.03 por ciento como consecuencia en mayor medida, de la conclusión del subsidio al programa de tarifas eléctricas de temporada de verano en 18 ciudades del país donde el INPC tiene cobertura.
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@OrtegaGregorio