Héctor Calderón Hallal
Un viernes que es doblemente santo; que nos llegó cargado de ‘atributos’ de santidad este año a los mexicanos. Santo por las fechas del calendario cristiano… y santo por la condición que alcanza el pueblo de México en su martirizada existencia en los últimos tiempos.
Esperaremos arrinconados en algún sitio ubicado del umbral de nuestras casas hacia adentro, con el pavor de que se incremente el precio de la gasolina súbitamente y por el miedo a los contagios en lugares donde conurran muchedumbres.
No obstante ya nos envió nuestro ‘pejedente’ un mensaje para tranquilizarnos y al modo, con toda la carga de autoridad moral que él y su secretaria de Energía poseen al interior de la comunidad petrolera árabe, nos manda decir que “como nos hemos portado muy bien, siguiendo al pie de la letra los acuerdos tomados al seno de la OPEP, tratándose de extracción y comercialización del crudo… pues entonces ya nos dieron su palabra los árabes de que no habrá gasolinazo en estos días para México”.
Debemos creerles a los árabes, pues como hemos sido ‘tan cumplidos’ con ellos que … bueno.
Pero al margen de las ironías y las desdichas, México es un pueblo más que sufrido y resiliente… es un pueblo santo. Que aguanta todo, malos gobiernos, malos climas, malos tiempos económicos, malos ciudadanos… sobre todo, es un pueblo que se aguanta a sí mismo.
En este día tan especial, tan sagrado para buena parte de la población mundial, debemos dar gracias al Creador porque a pesar de todo seguimos siendo un pueblo que se levanta con la esperanza de mejorar su adversidad cada día que el Señor le concede a cada uno de sus habitantes un nuevo amanecer.
Un pueblo que está enterrando a sus muertos por la pandemia con enorme dolor y resiliencia, llorando en silencio, pero haciendo con su propia conciencia una promesa de sobrevivir a la amenaza sanitaria, para cuidar a los niños y a los más jóvenes.
Un país que llora a muchos más de 200 mil fallecidos; medio millón, seiscientos, setecientos mil … ¿de cuántos le parece la cifra más acertada?. La impericia y la soberbia de un gobierno novato quizá nos impidan con ocer con exactitud el número de mexicanos que se nos han adelantado por el Covid-19 y que hoy lloramos, junto a la reminiscencia de la sagrada historia del Mártir del Gólgota.
Cientos de miles de mexicanos que ya no están en nuestros hogares físicamente, sólol en nuestros corazones; que nos enseñaron al resto de mexicanos, a luchar con tenacidad y sacrificio contra la depresión, contra el fascismo, contra el comunismo… y hasta con el populismo.
Una generación que creció a la sombra del Guerra Fría y que se pudo calentar con el sol de la libertad que, como diría el clásico:’¡Haiga sido como haiga sido!’, tuvo libertad o ‘libre albedrío’ hasta para equivocarse votando por pregoneros de un ‘socialismo ramplón’ y disfuncional solo digno de tiempos pasados; que se equivocaron y nos equivocamos votando por ‘novatos de tómbola’ y por funcionarios en formación que hoy nos han traído nuevos odios y nuevas plagas; a propósito de la plaga del coronavirus… la plaga de la polarización y el odio entre hermanos por razones de ideología y preferencias; por complejo de inferioridad y de resentimiento mezquino.
Aquellos cientos de miles de mexicanos que hemos venido despidiendo en el último año por la pandemia, que ‘mal que bien’, heredaron del desarrollo estabilizador y del auge de la ‘post-guerra’ mundial, una economía que llegó a crecer en promedio un 6.7% anual, con una tasa de inflación del 3% anual en tanto que el tipo de cambio permaneció fijo (1955 -1970).
Este viernes santo de reflexión y de remembranza alos que se nos adelantaron por la emergencia sanitaria, debemos rescatar quienes quedamos en esta dimensión de la existencia, la gran fuerza de nuestros padres y abuelos, de nuestros mayores recientemente ya fallecidos, porque nos legaron el espíritu de lucha en cada acto de nuestras vidas.
Porque la economía más o menos estable que algunos alcanzamos a conocer y que fue la base para la creación de lo que fue un estado más o menos eficiente, con instituciones serias y sólidas, fue producto del espíritu de cambio de nuestros mayores.
Hoy día, el México que los despide , es una nación debilitada por decenas de millares de empresas en quiebra y que han tenido que cerrar sus puertas al público; con salarios de muy escasa capacidad adquisitiva pues la mano de obra en México sigue ‘sin tener valor’; persistiendo la enortme desigualdad social y económica entre la población mexicana y con una profunda división social, alimentada incluso delsde el Gobierno, lo cual es deplorable; con un desempleo de 4.4%, con casi 3 millones de nuevos desempleados y que para finales de este 2021 podría alcanzar al 5.8% de la Población Económicamente Activa.
Porque nuestros mayores a quienes en este viernes santo recordamos, algunos que conocieron las visicitudes de la post-revolución, siempre supieron de la dinámica de la vida, que está soportada invariablemente por el espíritu del cambio.
Ellos siempre supieron que para poder durar como nación independiente, ante las acechanzas de las grandes potencias, con una de las cuales compartimos franca frontera… teníamos que cambiar permanentemente y adecuarnos al progreso material y humano que dicta el mundo.
Pero no se trata sólo de ‘cambiar por cambiar’, sino de un cambio para preservar los ideales de un estado centro progresista, incluyente, al servicio de la ciudadanía en general, sin distingos ideológicos ni discriminaciones de ninguna índole… un cambio para preservar la vida ante la amenaza inminente de la delincuencia organizada que le ha ganado la calle y la autoridad moral a las instituciones de los tres niveles de gobierno en México.
Un cambio para preservar y promover la salud pública y sus protocolos, con instituciones más fuertes y que brinden la mínima cobertura, como antes.
Un cambio que nos permita seguir luchando con la esperanza de algún día dejar de ser pobres y aspírar a una vida sin tantas penurias económicas, que nos siguen amenazando en pleno siglo 21, con negarnos el derecho a la educación superior o profesional en muchos hogares de mexicanos de clase media baja, hacia la base de la pirámide social.
Un cambio que nos permita seguir en busca de la libertad… y la felicidad, ¿porqué no?
Hoy en los albores de la ‘primavera mexicana’, con nuestra actitud de esperanza en mejores tiempos por venir, desde nuestro confinamiento, recibimos e instalamos a la primavera, reafirmando con una sonrisa y un gesto hospitalario –a pesar de nuestros problemas, a pesar de nuestros muertos-, nuestra ‘santidad como pueblo’, que ninguna culpa hemos tenido en tener fe en la palabra y la demagogia de otros.
Hoy puede empezar la ‘primavera mexicana’ en nuestros corazones, en nuestra mentalidad, como empezó la primavera árabe en varios países norafricanos y del medio oriente hace algunos años, para instalar un cambio verdadero en el mando de la sociedad mexicana.
En la mayoría de las entidades, este domingo arrancan las campañas electorales, donde los aspirantes a ser autoridades locales y a ser diputados federales, renovando la Cámara de Diputados federal.
Está ante nosotros una posibilidad inmensa para cristalizar ese cambio que venimos fraguando como sociedad, como mandantes genuinos que somos de los llamados ‘mandatarios’.
Que el próximo domingo 6 de junio, acudamos con alegría y en tropel a nuestra cita con el destino, como país y en lo particular como familias y como personas.
Vayamos a votar inspirados en lo mejor de México y de su ciudadanía; hagámoslo inspirados en el recuerdo de esos cientos de miles que se han ido en este oscuro año de pandemia.
¡Hagámoslo con el coraje con el que nos enfrentamos a los problemas y a las tristezas… arremangando contra la corriente; con todo en contra!… vayamos en busca de un gobierno equilibrado, con contrapesos… que respete y atienda a todos los segmentos de la población por igual.
Un estado más centro-progresista, donde no dominen ni los extremos, ni las rabias radicales, de izquierda o derecha.
El pueblo de México es más que sabio… santo; no se merece más castigo proveniente de las decisiones erráticas y prejuiciosas del Gobierno.
Autor: Héctor Calderón Hallal
Twitter: @pequenialdo
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