Utopía
Eduardo Ibarra Aguirre
Heinz Alfred Kissinger, conocido como Henry Kissinger, exsecretario estadunidense de Estado del imperio del Norte de 1973 a 1977, bajo los gobiernos republicanos de Richard Nixon (1969-74) y Gerald Ford (1974-77), falleció a los 100 años, seis meses y dos días de vida, aunque sistémicamente rindió culto a la muerte con su obra intervencionista en los Estados que fuera necesario y sobre todo posible –no existen imperialistas que traguen fuego–, conculcadora de los derechos humanos a los que retóricamente la Casa Blanca rendía pleitesía, como todavía lo hace ahora mientras apoya su violación sistemática en Gaza por Benjamín Netanyahu.
En un gigantesco esfuerzo por disminuir la influencia de la Unión Soviética, Kissinger se acercó a China, su principal rival en el campo socialista –o economías centralmente planificadas que gobernaron los partidos comunistas–, y realizó dos viajes a Pekín, el primero en total secreto, para reunirse con el primer ministro Zhou Enlai quien ejerció el cargo desde 1949 con el triunfo de la Revolución china hasta su muerte en 1976. El resultado fue la histórica cumbre de Nixon con el presidente Mao Tse Tung (Mao Zedong) –conocido como “El gran sol rojo que ilumina nuestros corazones”) y la posterior formalización de las relaciones entre Estados Unidos de América y la República Popular China, lo que significó la emergencia plena de ésta en el ámbito global.
Considerado por algunos internacionalistas como el estratega geopolítico estadunidense más insigne, Kissinger utilizó la llamada “carta china” para dividir al a lo que entonces llamaban movimiento comunista y obrero internacional y estimular sus confrontaciones que no eran nuevas porque databan de la década de los 50, tras la muerte de José Stalin y el ascenso de Nikita Jruschov al liderazgo del Kremlin como secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética (1953-64) y primer ministro (1956-62).
La política de coexistencia pacífica entre los países socialistas, específicamente la URSS, Estados Unidos y Occidente, era la manzana de la discordia ente Mao y Nikita y fracturó a los partidarios de Moscú y Pekín.
En ese fértil terreno que no creó Nixon ni Kissinger, la política imperial estadunidense del divide y vencerás fructificó ampliamente, pero no impidió ni que los gobernantes soviéticos ni los chinos incumplieran con sus obligaciones con sus homólogos de la entonces República Democrática de Vietnam al norte ni con el Frente Nacional de Liberación de Vietnam del Sur, quienes se impusieron en el campo de batalla el 30 de abril de 1975, previas negociaciones diplomáticas en París. Y después el Premio Nobel “de la Paz” para Kissinger.
La política estratégica de la llamada “carta china” no jugó un papel significativo en la caída del Muro de Berlín como tampoco en la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Pero sí fue extraordinariamente capitalizada por el Partido Comunista de China para convertir al gigante asiático en la segunda economía del mundo, la principal potencia comercial, tecnológicamente de vanguardia y labora tesonera y pacientemente para liderar al mundo en el plano económico a la vuelta de tres o cuatro lustros. Salió muy cara la “carta china” para el imperio de las barras y las estrellas.
Kissinger cambió su furibunda militancia intervencionista, particularmente en Suramérica, por un realismo pragmático. En el caso que nos ocupa, criticó la política de Washington hacia China como “un intento fútil de frenar la consolidación de una superpotencia que no tiene ninguna intención de imponer su sistema de creencias al resto del mundo”. Pero tal giro no significó un abandono de sus convicciones racistas e intolerantes.
Acuse de recibo
Xóchitl Gálvez saca del baúl del panismo alineado a Felipe Calderón, el autoexiliado en Madrid, España, y empleado de José María Aznar, nuevos colaboradores como el exdirector de Comunicación Social de Los Pinos, Maximiliano Cortázar, censor publicitario de las revistas Proceso, Contralínea, Forum y una decena de medios más sólo porque no le quemaban incienso al guerrerista que investiga la Corte Penal Internacional por presuntos delitos de lesa humanidad… Pablo Martell Santos “está preso por apoyar a campesinos indígenas de Chiapas. Se trata de un litigio por tierras, de las que se apropiaron (Vicente) Fox y sus familiares. Pablo es militante de Morena, y siempre ha encabezado movimientos apoyando a los campesinos; a pesar de sus 78 años continúa siendo un luchador social”; denuncia Elba Pérez Villalba… Felicidades a los que hicieron posible la edición 268 de El Activista Regional, en particular a Raúl Paz Reséndiz, así como a todos los antecesores. Número con el que cumplieron 24 años de vida ininterrumpida de una publicación plural… Circula en redes sociales el número 563 del semanario Tribuna Comunista. https://bit.ly/3QSR2El (.) https://www.calameo.com/read/007272594b669aedb8b6a y en https://www.facebook.com/groups/tribunacomunista
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