Joel Hernández Santiago
La escena no pudo ser más brutal. Dos jefes de estado, que, por lo mismo, son pares, independiente de la magnitud o poder económico o estratégico de cada uno, se hicieron de palabras por diferencias de criterio respecto de la situación de guerra entre Rusia y Ucrania.
Donald J. Trump es presidente de un país que es potencia mundial, sí; pero no es la única potencia mundial. Volodímir Zelensky lo es de un país que fue invadido hace tres años por el gobierno ruso de Vladimir Putin y que, por lo mismo, busca de forma urgente la ayuda mundial para terminar con la masacre que ocurre en su territorio y a su gente.
Putin quiere impedir a toda costa que Ucrania se incorpore a la OTAN, que es la Organización del Tratado del Atlántico Norte y que se fundó según el Tratado de Washington en 1949, y cuyo objetivo es la alianza de países de Europa y América del Norte para garantizar la libertad y la seguridad de sus miembros por medios políticos y militares.
Putin no quiere esa alianza porque la considera peligrosa para su seguridad nacional, aun así ordenó la invasión militar a Ucrania el 24 de febrero de 2022, luego de casi ocho años de guerra de baja intensidad, las razones son estratégicas y territoriales.
Estados Unidos es miembro fundador de la OTAN y lo más natural es que apoyara a Ucrania luego de la invasión rusa que se ha vuelto guerra entre naciones y que ha involucrado de forma indirecta a países europeos y a EUA, que durante el gobierno del demócrata Joe Biden apoyó con recursos y armamento a la nación ucraniana.
Pero la escena a que hacemos referencia tiene antecedentes: A la llegada a la presidencia de EUA de Trump, el 20 de enero de este año, todo cambió.
Sorprende el criterio del ultraderechista presidente republicano al decidir que su intervención para terminar con la guerra es el sometimiento de Ucrania y su apoyo a Vladimir Putin, con quien parece sentirse a gusto de acuerdo con sus intereses estratégicos: “Si no puedes con el enemigo, únetele”.
El 19 de febrero Trump convocó a una reunión en Arabia Saudita, para tratar el tema de la guerra entre Rusia y Ucrania, a la que invitó a una representación de Putin, a la representación árabe y la de EUA. Pero decidió no invitar a su reunión a Zelensky.
Y no sólo eso. Trump acusó a Zelensky de haber iniciado la guerra con Rusia, lo que es falso, pero además ese mismo 19 de febrero calificó de dictador al presidente ucraniano. No lo es.
Pero Trump quiere los minerales de Ucrania. Quiere recuperar –ha dicho- la inversión que ha hecho EUA en Ucrania con el dinero que le ha enviado para defenderse de Rusia. Y a pesar de los agravios y de la parcialización malévola de Trump, éste invitó a Zelensky a firmar un acuerdo por el cual entregará recursos económicos a cambio de los minerales ucranianos. Y así fue. Zelensky acudió a la cita del 28 de febrero por la mañana en el salón Oval de la Casa Blanca.
La emboscada estaba planeada. Trump atrajo a los medios de comunicación estadounidenses para hacerlos testigos de lo que habría de ocurrir. De una exhibición de poder mal entendido. No fue casual el acoso a Zelensky. Lo tenían orquestado de tal forma que estuviera cerca de Trump el vicepresidente J. D. Vance.
Todo iba de forma aparentemente normal, estuvieron frente a frente los dos presidentes. Ambos serios pero a la espera. Sin embargo el ambiente para Zelensky era evidentemente hostil. Trump le había dicho “dictador”; le había dicho que era responsable de la guerra, que no era el presidente de Ucrania toda vez que no fue electo… y así.
En un momento cayó en la trampa que le pusieron Trump y Vance. No podía obviar algo cierto: mencionó el apoyo que Trump está dando a Putin: en adelante la jauría se le echó encima. No acusaron de ingrato, infiel, de jugar con una tercera guerra mundial, de no contar con fuerza suficiente para venir a reclamar nada a EUA…
Que es una falta de respeto llegar ahí –le dijo Vance- al mismísimo salón Oval para hacer reclamos, él que debería llegar a dar gracias y a respetar al presidente de EUA-Trump, le dijo Vance.
Trump y Vance no dejaban hablar a Zelensky aunque pudo reclamar con dignidad que sí a esto lo habían traído a Washington, que al escuchar a Trump estaba escuchando a Putin, que Vance grita y acusa a Ucrania pero nunca ha pisado el suelo ucraniano y no conoce el fondo de la tragedia…
Trump enardecido imitó de forma grotesca a Zelensky y le dijo que es responsable de lo que siga en adelante. Luego prácticamente exigió que saliera de ahí el presidente de Ucrania.
La ceguera y brutalidad de Trump y de Vance son un mensaje para todo el mundo. Son ellos y gran parte de sus hombres en el gobierno, los que se consideran todo poderosos y cuya soberbia, arrogancia y prepotencia los lleva a insultar, a gritar, a golpear la mesa a todo el mundo.
Lo ocurrido ese 28 de febrero en el salón Oval de la Casa Blanca es un llamado de alerta para México. Trump y su gente están dispuestos a todo para imponer su fuerza militar, su poder y su voluntad, sus intereses y sus ambiciones. De hecho ya lo dijo el jefe del Pentágono, Pete Hegseth.
El gobierno mexicano debe estar alerta frente a un peligro mayor con el gobierno de Trump. El pretexto de una intervención militar puede ser la persecución del narcotráfico, pero Trump está enloquecido y quiere más.
Nadie en México lo quiere ni lo permitirá. De ninguna manera. Porque esto podría tener un costo altísimo y dramático para todas las partes. Para los dos países.