* “Tal vez, esto dará lugar a partidos transversales, donde la filiación política será lo de menos, en tanto que la comunión de fines, aunque se produzcan de orígenes ideológicos distintos, coincida en la simultaneidad. Asistiremos al fin de la tribu política y surgirán figuras individuales sostenidas en visiones motivadoras esenciales, comprensibles para cualquiera. Figuras que sirvan de neurotransmisores para la sociedad”, pero resulta que regresamos a las tribus políticas, o más bien a la TRIBU, con mayúsculas, pues nada quieren saber de lo ajeno a ellos
Gregorio Ortega Molina
Desde el seno del gobierno de la 4T se opera una transformación de las instituciones políticas, que desestructura, destruye, desmantela el andamiaje jurídico, legal y constitucional con el que, poco a poco, inició el proyecto de República el grupo que determinó el futuro de la nación a partir de 1917.
Álvaro Obregón pagó con su vida el intento por quebrarlo. Para que funcionase el modelo político conceptuado, era necesaria la observancia, a rajatabla, de la NO REELECCION, pues el sufragio efectivo fue otra meta que estuvo al alcance de los ideales y el ideario, en cuanto la institución electoral dejó de depender del Poder Ejecutivo y, para garantizar esa independencia, se ciudadanizó. Los consejeros electores con funciones decisorias debían ser apartidistas.
Resultó ser insuficiente. Asesinaron al candidato presidencial que debiera resultar elegido. La consecuencia inmediata fue la reforma al Poder Judicial de la Federación iniciada en 1994 y consolidada en el transcurso del año siguiente. La Suprema Corte de Justicia de la Nación dejaba de ser un cementerio de elefantes y consolidada su función constitucional formalizó, por vez primera, la exigencia legal para el funcionamiento de la República. Tres poderes independientes.
Lo que debió ser saludable para la sociedad y la vida civil, resultó un incordio para los poderes fácticos, el poder tras el poder, el poder real, el que vive y se alimenta de la corrupción y la impunidad como aceite en el engranaje del modelo presidencialista. No es cierto que el titular del Ejecutivo sepa todo, hasta quién sí y quién no respira, pero sí es verdad que el presidente de la República es el que es propietario del poder de perdonar, condonar, regalar, disponer de los bienes de la nación.
Anotó Guillermo Tovar y de Teresa en su ensayo y memoria: “… la resurrección del humanismo (mexicano) ofrecerá la interacción espiritual. Posiblemente, surgirán individualidades, insularidades, y la adaptación al cambio procederá de la capacidad de intercambio e interlocución, fundadas nuevamente en valores de alcance universal. Tal vez, esto dará lugar a partidos transversales, donde la filiación política será lo de menos, en tanto que la comunión de fines, aunque se produzcan de orígenes ideológicos distintos, coincida en la simultaneidad. Asistiremos al fin de la tribu política y surgirán figuras individuales sostenidas en visiones motivadoras esenciales, comprensibles para cualquiera. Figuras que sirvan de neurotransmisores para la sociedad”.
Pero resulta que regresamos a las tribus políticas, o más bien a la TRIBU, con mayúsculas, pues nada quieren saber de lo ajeno a ellos. Todos son 4T.
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