Magno Garcimarrero
Tuve necesidad de ir al centro histórico de mi querida Xalapa, Enríquez, Veracruz de Ignacio de la Llave, mediada la mañana del día 15 de septiembre. No pude pasar en coche, porque tres cuadras antes, auto-patrullas y uniformados impedían el acceso al corazón ancestral de la ciudad donde, desde su fundación neo hispana, se agandallaron los mejores lugares los tres poderes tradicionales: la Iglesia católica, el gobierno estatal y el cabildo municipal.
Dejé mi coche en un estacionamiento y caminé por la calle de Jalapeños Ilustres, pensando que mis garantías constitucionales, en particular la de libre tránsito, viajaban sobre mi cabeza como nubes nimbadas, apartando las acechanzas de los depredadores de los derechos humanos. Pero, conforme avanzaba rumbo al casco histórico iban apareciendo más y más uniformados con la cara cubierta, blandiendo armas de muy grueso calibre.
Comencé a sentir que se me erizaban los vellos de la nuca (ya no tengo otros más arriba). Sentí que la piel de los brazos se me ponía chinita y, no supe discernir si era por miedo o por coraje. Recordé que la madrugada del día anterior, los uniformados habían desalojado violentamente a los profesores que desde días antes estaban apostados en el área protestibularia frente al palacio de gobierno, para expresar su desacuerdo con la reforma educativa.
(De la educación laica y gratuita que imparte el gobierno por mandato constitucional, porque de la educación bien cobrada en escuelas confesionales, negocio de la Iglesia, de esa no, pues hasta se reculó el cobro del IVA, porque respingó la clerecía).
Al llegar a la cuadra anterior al palacio de cuyo balcón central, el mandatario en turno grita año con año, las misma palabras que supuestamente gritó el cura de Dolores, un retén de la fuerza pública me marcó el alto y sin mediar palabra me señaló con la punta de la metralleta el cobertizo improvisado donde una máquina detectora de metales o armas, de fuego o punzocortantes, funcionaba manipulada por dos chicas también uniformadas de policías, que preguntaban si llevaba uno navajas, tijeras, cortaúñas o cualquier otro adminículo con punta o filo.
Después de mirar todo ese escenario montado para preservar la seguridad de un solo hombre, decidí no llegar al centro de la ciudad y encerrarme en mi casa que, hasta ahora tengo todavía como lugar seguro; en el retorno caí en agrias interrogantes: ¿Si fuera de noche, el policía me hubiera gritado: Alto ahí, quien vive?
¿Si me hubieran encontrado el alfiler de seguridad con que esa mañana me abroché la pretina del calzón, estaría ya en Pacho? ¿Si estos señores hubieran vivido la época de la independencia, tal vez hubieran sido realistas y habrían degradado, excomulgado, fusilado y decapitado a don Miguel? Finalmente me pregunté ¿Qué jalapeño bien nacido toleraría semejantes manoseos y paso por los “filtros” policiacos, para parase abajo del balcón de palacio, en mitad de la llovizna a oír gritar a un señor, algo sobre la libertad que ganamos hace doscientos años y que ahora se le da uso de papel higiénico? Confieso que concluí con un pensamiento que me alegró: “Esta noche la plaza Lerdo va a estar más vacía que la biblioteca del casino jalapeño.
Por la noche encendí el televisor para ver la transmisión de la ceremonia del grito y solazarme con su fracaso. ¡¡¡Cual sería mi sorpresa al ver la plaza llena de gente!!!
Los noticieros del día 16 dijeron: “Ante más de 30 mil veracruzanos que se dieron cita para celebrar las Fiestas Patrias… etc. Etc.” Y me asaltaron nuevamente las preguntas: ¿Caben treinta mil almas bajo el balcón de palacio, entre vallas y corrales metálicos? ¡Suponiendo que cupieran! ¿Los policías de los “filtros” cachearon, manosearon, a treinta mil ciudadanos entre las ocho y las once de la noche?
¿Cómo les habrán quedado las manos? ¿Hay en el Estado treinta mil veracruzanos que les gusta el cachondeo policiaco? ¿Habrá quien por escuchar a la banda El Recodo, acepte ser encorralado entre cercas de toril? ¿Cuánto nos cuesta pagar el flete de novecientos camiones para acarrear treinta mil almas?