• Gobierno, medios y sociedad
• Sinrazón de la contradicción
La democracia es falsa si no está basada en la comunicación sin adjetivos. El gobernante – por no decir su nombre verdadero de empleado del pueblo -, para ser exitoso de verdad, tiene que exponerse a ser escuchado y creído. Que sus oyentes – sus patrones, el pueblo – se unan a él porque ambos interactúan. No se explica un empleado del pueblo sin el pueblo. Ahí está la democracia: en la comunicación.
Valga la reflexión para platicarles que lo que no tendría por qué fallarle a la actual administración es la estrategia de comunicación. Ésta legitima a cualquier ser humano. Cuanto más a un servidor del pueblo
Pero ayer ocurrieron dos hechos, en momentos y lugares distintos, que fotografían la estrategia de “comunicación” de toda la estructura de poder en la que fundamenta su poder el “jefe del Poder Ejecutivo.”
Por un lado, un evento político denominado “Foro México Prospero”. Ahí, se dio un intento verdadero de comunicación:
El presidente Peña Nieto y su secretario Luis Videgaray Caso fueron verdaderos. Se comunicaron con sus oyentes:
Si México (tendrían que haber concretado: los mexicanos de carne y hueso, porque México es una palabra fantasiosa) desea crecer, elevar el nivel de vida de la población, y que los mexicanos y mexicanas ganen más por su trabajo, se debe atender el enorme reto de la productividad y democratizarla.
Con datos duros del Banco Mundial y de la OCDE (Organización de Cooperación para el Desarrollo Económico), ambos aceptaron que, en los últimos 20 años, México muestra un crecimiento negativo en este sentido (en el de la improductividad): “algo grave está pasando en la estructura económica de nuestro país, que estamos en una condición desafortunada y única en el mundo; que no está creciendo nuestra productividad.
Peña Nieto defiende la tesis pragmática que advierte que las política económica debe reflejarse en el “bolsillo” de los mexicanos y en la calidad de vida de los hogares del país (presumo que incluye también la calidad de la vida del espíritu de cada mexicano): “todo lo que hagamos por la economía tiene como último fin que los mexicanos tengan un empleo digno, o una actividad productiva en la que ganen más por su trabajo, y que a las amas de casa les rinda más su gasto”. La percepción es que son palabras verdaderas. Dejémoslo aquí.
En la secretaría de Gobernación, a eso del mediodía de ayer jueves, el mero experto en “comunicación”, el subsecretario de Normatividad de Medios, Eduardo Sánchez Hernández, quien fue el vocero de la campaña político electoral de Peña Nieto, actuó en contra de la comunicación verdadera, se incomunicó. Convocó a un buen grupo de periodistas sólo para leerles un texto difuso, incoherente, sin datos precisos, fundamentado en decires.
Sánchez Hernández renunció a su papel de “comunicador”. Se trataba de la detención de un supuesto integrante de la organización de Los Zetas, detenido en Monclova gracias a una “denuncia anónima”. Supuestamente, el detenido es un criminal, uno de los controladores de las finanzas de esa empresa criminal. Pero el texto leído por el funcionario está “fundamentado” en decires anónimos. Mas lo más grave es que, en vez de comunicar, Sánchez Hernández incomunicó: sembró dudas y dudas entre los reporteros, y molestia. Con autoritarismo no propio de un estratega de la comunicación entre el poder, los medios y la sociedad, se negó a responder las dudas. Y, perdón por la expresión: mandó al carajo a sus receptores. La comunicación es de ida y vuelta: emisor – medio – receptor – receptor – medio – emisor.
No se diga más. En eso quedamos, como decía Luján.
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