Definida ya la carrera por la sucesión presidencial, es inevitable no hacer comparaciones con otros momentos y actores de nuestro pasado, y es aquí donde la figura y la personalidad del General Lázaro Cárdenas irrumpen con fuerza como un sólido referente, de quien más allá de filias y fobias siempre tuvo a México como prioridad. Cárdenas eligió con inteligencia no convertirse en caudillo para en cambio ser el líder moral indiscutible de la revolución y de buena parte del siglo XX mexicano.
Lázaro Cárdenas del Rio, tuvo una larga carrera política y militar entre 1914 cuando se incorporó bajo el mando de Plutarco Elías Calles al ejército constitucionalista, hasta 1970, año de su muerte. Se distinguió en la revolución no en vano alcanzó el águila y las estrellas de general muy joven. Sin embargo, el destino le tuvo reservado un derrotero que iría más allá de la carrera de las armas para convertirse en uno de los mejores presidentes de nuestra historia, así como el atinente ineludible del México que se levantó y transformo tras la lucha armada.
Su ascendente trayectoria política lo hizo ser gobernador de su natal Michoacán en dos ocasiones, presidente del Partido Nacional Revolucionario (PNR), Secretario de Gobernación y Secretario de Guerra y Marina. En las jornadas más consolidadas del Maximato, en la II Convención Nacional Ordinaria del PNR el 6 de diciembre de 1933, fue designado candidato presidencial para suceder al general Abelardo L. Rodríguez. Con amplia ventaja ganó la elección y rindió protesta como presidente de la república el 30 de noviembre de 1934 en el Estadio Nacional. Su mandato fue el primero bajo el plan sexenal.
Calles pensó que con Cárdenas todo seguiría igual, poco conocía a su antiguo subordinado. Cárdenas fue un hombre discreto, mesurado, ajeno a los aspavientos, pero de un carácter espartano, y de una pieza. El primer tramo de su gobierno no fue fácil, los callistas intentaron por todos los medios incluso la violencia, doblegar al presidente, solo lograron lo contrario.
El 9 de abril de 1936, el general Rafael Navarro Cortina, comandante de la guarnición de la Ciudad de México, por órdenes presidenciales notificó al general Plutarco Elías Calles su salida del país. Fiel a su estilo, Cárdenas jamás se ufanó de haber enviado a Calles al destierro, siempre le guardo respeto y reconocimiento por su pasado común, simplemente no le permitió que acotara las facultades constitucionales inherentes al presidente de México.
El periodo presidencial del general Cárdenas se caracterizó por un marcado progresismo social. Se erigió en el genuino líder de obreros, campesinos e indígenas, estos últimos lo llamarón respetuosa y cariñosamente “Tata”.
Desarrolló una vigorosa política obrera y laboral, llevó a cabo la más ambiciosa reforma agraria en nuestra historia con el ejido y la repartición de tierras, su política exterior fue impecable reafirmando los principios mexicanos de no intervención y soberanía de los pueblos, protesto por la agresión a Etiopia, por el fascismo, dio asilo a Trotsky, a las víctimas de la Alemania nazi y a los republicanos españoles. En política interior amnistió a los revolucionarios exiliados y de bandos derrotados, volvió la concordia al país y se logró la reunificación revolucionaria, así como también fomentó una buena relación con el clero.
Nacionalizó los ferrocarriles, creo la Comisión Federal de Electricidad, el Instituto Nacional de Antropología e Historia, el Colegio de México y el Instituto Politécnico Nacional.
Su obra cumbre fue la nacionalización de la industria petrolera el 18 de marzo de 1938, se consolidó de manera plena nuestra soberanía sin disparar un solo cartucho. Después de entregar la presidencia, continuó sirviendo a México sin descanso, como Secretario de la Defensa Nacional entre 1942 y 1945, los años aciagos de la Segunda Guerra Mundial y también como un árbitro y factor de equilibrio en los movimientos sociales posteriores y ante la Revolución Cubana.
Un episodio retrata el talento y compromiso del General Cárdenas, y es el referente a su propia sucesión presidencial, su administración e ideología fueron progresistas y más inclinadas hacia la izquierda, por ende, la apuesta y el sucesor lógico lo era el general Francisco J. Múgica, michoacano de abultada trayectoria social y revolucionaria, considerado por muchos el ideólogo del cardenismo. Para sorpresa de todos, Cárdenas no se decantó por su paisano sino por el perfil más templado del general Manuel Ávila Camacho.
El presidente Cárdenas no se dejó llevar por los afectos o incluso las afinidades ideológicas, sino que antepuso las prioridades de México. Supo que el perfil radical de su entrañable Múgica no era el adecuado en ese momento para el país y acertó apostando por el talante moderado de Ávila Camacho.
De cara a las elecciones del año entrante, la cargada oficialista se ha inclinado marcadamente hacia Claudia Sheimbaum, con un embate que hace palidecer los días de gloria del PRI. Es obvio que Claudia no es Múgica, de cualquier manera, ante las actuales condiciones del país, el ejemplo de Cárdenas ante su propia sucesión en 1939, no deja de ser oportuno.