Por Javier Arias Casas.
América Latina tendrá un escenario más que complejo para la realización de sus procesos electorales en varios de los países, desde México hasta Argentina; todos ellos revestidos de un incremento en la tasa de decesos a consecuencia del Covid-19 que, sin duda, abren la brecha para un nuevo paradigma social, político y económico: la democracia humanitaria.
Geovanni Sartori ya apuntaba en su famosa obra, ¿Qué es la democracia?, que si bien, la democracia es un término político, partiendo del análisis del sistema estadounidense, la misma implica una “igualdad de estima”, que se manifiesta en el valor igualitario que las personas se reconocen mutuamente.
Bajo esta perspectiva teórica, resulta fundamental analizar el panorama en el que habrán de desarrollarse los procesos electorales en América Latina y particularmente, para nuestro caso, México, donde como en cada trienio nos enfrentamos a la elección más grande de la historia, atendiendo al incremento en la lista nominal.
De acuerdo al Informe: El Impacto del Covid-19 en América Latina, de junio de 2020, América Latina y el Caribe se han convertido en una de las zonas más críticas de pandemia, bajo “estructuras de protección débiles, sistemas de salud fragmentados y profundas desigualdades”, esto acompañado del creciente porcentaje de población en situación de pobreza, el cual, de acuerdo al documento, para México representa el 50.3% de la población total y de la que el 18.2% se visualiza en pobreza total.
Los datos arrojados en el documento generado por la Organización de las Naciones Unidas, da cuenta de una situación de riesgo de la que el Covid-19 no sería más que la cereza en el pastel y que, deriva precisamente en la posibilidad de poner en riesgo la propia existencia humana.
Para el caso de México, la pandemia deja en evidencia que al menos el 50% de la población mexicana carece de los medios suficientes para hacer frente a una contingencia en materia de salud, o a cualquier otra situación de riesgo masivo, frente a ello, a casi un año de las medidas de emergencia sanitaria, se desconoce los índices de vulnerabilidad que el virus puede ocasionar en los distintos sectores sociales y económicos del país.
Aunado a lo anterior, persiste en el país un clima de polarización social entre los simpatizantes de las distintas fuerzas políticas, generado desde las élites del poder público, el cual ha trascendido a la esfera de convivencia y cuyos efectos y repercusiones no abonan para la consolidación de una estrategia uniforme que contrarreste el riesgo de contagio del Covid-19.
Bajo esta tesitura, es evidente que, en el caso de México, la democracia no ha terminado de consolidarse en el plano humanitario, sino únicamente en el electoral; existe una apatía para reconocer el valor igualitario entre los mexicanos, que dificulta poner en marcha cualquier plan o estrategia para el tratamiento del Covid-19 o cualquier otra situación que ponga en riesgo a la sociedad mexicana.
La democracia humanitaria, precisa consolidar un reconocimiento igualitario entre los propios habitantes de los Estados soberanos, implica un trabajo desde las instancias del poder público que va más allá de políticas públicas o de gobierno para el suministro de satisfactores y reconocimiento de los derechos humanos; para el caso concreto, corresponde a los propios habitantes su implementación y consolidación. La amplia brecha de desigualdad económica entre la población mexicana, hace casi imposible la puesta en marcha de una cultura de empatía entre los distintos grupos socioeconómicos de la población.
Los discursos políticos y económicos e incluso, atendiendo una indebida interpretación de los derechos humanos, han llevado a la polarización y maximización del individualismo, el cual, impide actuar en beneficio de las mayorías. Una democracia humanitaria precisa desprenderse del carácter individual para privilegiar a las mayorías humanamente más desprotegidas, única vía para garantizar los derechos individuales.
Insistir en consolidar la democracia electoral, sin atender el factor humano, terminará por pulverizar toda posibilidad de convivencia social. El reto para los partidos políticos y actores del proceso electoral 2021, deberá ser la ponderación humanitaria, sobre todo en el discurso, para no abonar más al abismo de empatía entre los propios mexicanos frente a su multiculturalismo social y económico.