A Miguel Torruco, el eterno suspirante a encabezar la cartera de SECTUR, o cuando menos, la del Consejo de Promoción Turística de México, ¡por fin! le dieron el premio de consolación como secretario de turismo del Distrito Federal. Arropado con la figura del emblemático Ángel de la Independencia nos quiere vender el programa, “Mis Raíces”, para visitar las riquezas turísticas, culturales y gastronómicas de la Ciudad de los Palacios. Igual que venderle chiles a La Costeña.
Torruco cuenta con 40 años de experiencia en la industria sin chimeneas, siempre, en la trinchera del sector privado. En esta ocasión, su arribo a Nueva York como funcionario público, resulta interesante, especialmente por su propuesta.
Cualquier programa para fomentar la afluencia de visitantes a cualquier destino turístico mexicano es plausible, sin embargo, en este caso no compartimos la idea con el secretario Torruco.
El conoce de antemano que los connacionales no representan el viajero turístico idóneo, ni poseen las características del segmento del mercado internacional que amerite inversión en promoción para convencerlos a viajar a su país de origen.
En el pasado, Cancún, fue el primer destino turístico de México que le apostó al mercado étnico. Desarrolló estrategias, paquetes y facilidades para atraer ese segmento, el cual resultó ser un espejismo en relación al costo-beneficio. El motivo es muy simple. Los connacionales se hospedan y vistan a los familiares o amigos. Lo cual es muy loable.
Por esta particularidad, es difícil medir el impacto económico derivado de su estadía, el gasto diario promedio y la segmentación del último. La mayoría viajan por vía terrestre, porque así les gusta, desean regodearse en sus pueblos o ciudades natales con los vehículos del año de allende el Bravo.
También es más económico cargar con la Doña y los chilpayates que por vía aérea. Además la “troca”, bien la pueden dejar en el terruño para uso futuro. O para vendérsela al compadre, a sabiendas, de las irregularidades aduaneras y fiscales. ¡En Corruptitlán, todo tiene arreglo!
A cualquier población del origen de los connacionales, su arribo representa motivo de fiesta, de mayores ventas, los negocios locales hacen su Agosto y, la estancia de ellos la fija el monto de divisa verde que cargan consigo. En cuanto los dolaritos se acaban, emprenden rumbo al norte, a reponerse del fandango y, volver a llenar la alcancía para la próxima visita.
Este es el comportamiento de la mayoría de los connacionales de clase trabajadora, más del 80% que emigró en busca de bienestar. Los mexicanos de la zona triestatal de cuello blanco bien almidonado, o los científicos y catedráticos, viajan a México, o a otro destino turístico como cualquier estadounidense. Vacaciones planeadas, con la familia cuando es el caso, o la pareja, o amistades.
México no necesariamente es el destino de elección.
Desde Nueva York, Europa resulta irresistible en determinadas épocas del año. Hay quienes se van a cenar a París durante un fin de semana largo. ¿El motivo? El gasto sería similar al de quedarse en La Gran Manzana u otro destino turístico norteamericano.
La competencia turística internacional es feroz, no se debe intuir o asumir, por eso, los recursos del erario se deben invertir bajo la base de sólidos análisis de mercado, conectividad y, el concepto del producto. (Sino, pregúntenle al responsable del fracaso de la Línea Dorada del metro en la gran metrópoli)
Las acciones de buena voluntad del señor Torruco, le costarán a los defeños de más, en relación gasto-beneficio, a pesar que, el 7% de los viajeros al DF provengan de Nueva York.
Quienes arriban, al aeropuerto Benito Juárez, de la ciudad que nunca duerme, son: hombres de negocios, couriers, turistas de paso a un destino de playa, y el segmento menos impactante, lo representan los connacionales a visitar a la familia. No van de vacaciones a la ciudad de México, tienen otras prioridades y preferencias, el terruño natal es el mayor foco de atención, significa nostalgia, las verdaderas raíces.