¿Examen de conciencia histórico? ¿Politiquería electorera hipócrita? O ¿Acto de contrición?
La ruin masacre hace dos días de nueve feligreses en la iglesia Episcopal Metodista Africana de Emmanuel en Charleston, Carolina de Sur, a manos del supremacista blanco Dylann Roof generó indignación, consternación y vergüenza entre los ciudadanos. Esto imbuyó, a los medios de comunicación, a analistas, académicos, sin descontar a los políticos, a un debate nacional donde realizan un rígido escrutinio de los símbolos de los confederados y su efecto en la conciencia histórica.
¿Quiénes fueron los confederados, o Estados Confederados o la Confederación? Entre 1861 y 1865, antes de que Lincoln fuera proclamado presidente de la Unión, once estados meridionales se separaron de los Estados Unidos de América, pretendían conformar su propio país.
Su existencia nunca fue reconocida internacionalmente. Su frontera septentrional es incierta. “Al este limitaba con el Océano Atlántico y al sur con la frontera con México y el golfo homónimo. El gobierno confederado reclamaba un territorio de 1 995 392 km² y una población de 9’103,332 de habitantes, de los cuales 3’521,110 eran esclavos, según el censo de 1860.”
De acuerdo a los historiadores los motivos de esa secesión fueron dos: el primero, evitar que los estados del norte abolieran la esclavitud en esos estados. El segundo, las limitaciones políticas de los Estados de la Unión referente a la propiedad de los esclavos.
Dos discursos ejemplifican la posición y convicciones de los confederados sureños en aquellos tiempos:
El pastor Benjamín M. Palmer, de la principal Iglesia Presbiteriana de Nueva Orleans, quien apoyaba a la secesión, durante su sermón del Día de Acción de Gracias en 1860, argüía: “Los sureños blancos tienen el derecho y la obligación de mantener la esclavitud en pro de una autoprotección económica y social. Deben actuar como guardianes de los afectuosos y leales aunque desamparados negros, para salvaguardar sus intereses económicos, y para actuar como defensores de la religión contra el ateísmo abolicionista” (de los del norte).
Por su parte el vicepresidente de La Confederación Alexander Stephens declaró: “La piedra angular del nuevo gobierno es que el negro no es igual al hombre blanco, esta esclavitud, subordinación a una raza superior, es su natural y normal condición. Nuestro nuevo gobierno es el primero en la historia del mundo, basado sobre esta gran verdad física, filosófica y moral.” ¡Supremacía racial!
Sorprende que a casi 150 años de la Guerra de Secesión que abole la esclavitud en todos los estados de la Unión, a La Ley de Derechos Civiles que prohíbe la discriminación aprobada en 1964 por el presidente 36, Lyndon B. Johnson, siguiendo la agenda de John F. Kennedy. Hoy se cuestiona por uno más de los tantos incidentes raciales, de abuso policíaco, de segregación racial en contra de los negros, el uso de los símbolos confederados.
La discriminación racial bien lo apuntó el presidente Obama, es parte del ADN cultural de los estadounidenses, de ser así, como comprender que el 61% de los norteamericanos están de acuerdo en “desaparecer” cualquier vestigio de los confederados como lo hemos presenciado en las últimas 36 horas. Banderas de edificios públicos son arriadas, suvenires, stickers y toda suerte de productos con la bandera rojiazul de la X con estrellas, o alusivos a simbolismos de los vencidos durante la Guerra de Secesión han sido eliminados de los estantes de las tiendas de Wal-Mart, de los de los parques nacionales al igual que su venta en línea en Amazon, Google y Alibaba.
El debate también incluye la remoción de estatuas de personajes prominentes en lugares públicos, oficinas del gobierno y universidades, como la el general Lee, el gran perdedor de esa guerra.
Pareciera que por las próximas elecciones presidenciales del 2016 el oportunismo y mojigatería de los políticos se hace ver y escuchar con tal de sumar más sufragios. La diversidad y la tolerancia de ese 61% de ciudadanos encuentran hoy eco a su sentir de una manera extraña para repudiar al racismo. Eliminado cualquier símbolo de La Confederación a manera de acto de contrición, como si de esta manera se pudiese pasar por alto la historia y sus consecuencias.