Mauricio Carrera
“La conversación muere cuando decimos sí a todo. Hablar significa estar en desacuerdo. No hay intercambio sin polémica.”, dice José Emilio Pacheco. Hay quien no lo comparte, quien cree que conversar es convertirse en muro.
“El sermón y el dogma resultan ajenos al ensayo”, y también al debate y al sano arte de polemizar. Hoy vemos, más que ideas o reflexiones, descalificaciones inmediatas y fáciles.
Hay dos bandos con ecos decimonónicos que se reúnen en lo visceral, no en el razonamiento. Nos falta inteligencia frente a las esperanzas vanas, una ideología de unidad que encuentre la verdad en medio de tanta propaganda.
Yo tengo mis prejuicios, es cierto. No se puede conversar con los fascistas de adentro, con los inquisidores que gustan de la quemazón pública, con los izquierdistas que abrazan la utopía como una religión dogmática donde hay purgas y gulags, con los capitalistas salvajes que adoran la ganancia por sobre la dignidad humana o la salud del mundo, con los ignorantes, con los fanáticos, con los rencorosos por mediocres, con los violentos porque sí o los moralistas con secretos en el clóset.
Me puedo equivocar, pero por precaución, con esta barbarie, de lejos y con cuidado.