* La confrontación abierta es atizada desde la voz presidencial. Por un lado, el México bueno y sabio, en contra de la mafia del poder, la prensa vendida, los jueces corruptos… No nos asombremos de que pronto, muy pronto, atestigüemos el vertedero de sangre, tal como ejecutaron a Hipólito Mora
Gregorio Ortega Molina
Los políticos mexicanos pasan del pánico al desenfado, aunque en todo estado de ánimo aparentan mantener el pulso, por más que el agua les moje los calcetines.
Si mal no recuerdo, durante 1968 y después, en los años de la represión por las guerrillas, las únicas armas en la calle eran las de las policías y los militares. Las otras parecían de juguete. Conservo la imagen de las armerías en el centro histórico de la Ciudad de México. Desaparecieron, aunque creció el lucrativo negocio del tráfico de armamento, que se desarrolló desde la adquisición de una pistola, hasta la de AK47 y uzi para equipar a los barones de la droga y sus sicarios.
Evoquemos las fotografías difundidas durante el breve, muy breve levantamiento del EZLN. Miserablemente equipados, algunos con fusiles de madera, otros con machetes, muchos con huaraches, los suertudos con botas de hule, como las que vemos en los pies de los jardineros de las ciudades.
Lo de hoy son palabras mayores. De las armas de las que disponen los delincuentes y los militares, se deduce que lo que está en disputa es el poder, el verdadero, el que se asienta sobre los espacios públicos y privados y establece control de la administración pública, crea su propio sistema de recaudación, a través del derecho de piso, los sobornos, extorsión y exacciones de todo tipo.
Leo, con azoro, que los especialistas sostienen que el 80 por ciento del territorio nacional está en poder de la delincuencia organizada, donde manda sin la responsabilidad de gobernar. ¿Significa lo anterior que el poder legítimo, el constitucional, quedó reducido al 20 por ciento?
No quiero ni pensarlo y me niego a admitir que así pueda ser. De alguna manera la legitimidad constitucional ha de restablecerse, y me temo que el único camino elegible para lograrlo, sea el de las armas, el de unos mexicanos confrontados con otros, porque así se diseñó para servir a intereses ajenos a los de la patria, pero acotados en el marco geopolítico del poder económico.
La confrontación abierta es atizada desde la voz presidencial. Por un lado, el México bueno y sabio, en contra de la mafia del poder, la prensa vendida, los jueces corruptos… No nos asombremos de que pronto, muy pronto, atestigüemos el vertedero de sangre, tal como asesinaron a Hipólito Mora.
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