Carlos Becerril T.
I
Tempo Primo
El filme Tár, desde su estreno levantó un impresionante tsunami de opiniones y críticas por la excelente actuación de Cate Blanchett al personaje de Lydia Tár, directora de la Orquesta Filarmónica de Berlín encumbrada en la fama inserta en el ambiente de la música de concierto.
Lydia Tár posee todos los atributos de un triunfador en ese medio, una perfecta entonación, pianista, etnomusicóloga y mundialmente reconocida figura en el mundo de las grabaciones y triunfado en el podio al dirigir las orquestas sinfónicas de Boston, Cleveland y Nueva York. Además de estar por concluir la grabación del ciclo sinfónico de Gustav Mahler con la grabación de la Quinta Sinfonía.
La directora se nos presenta como alumna de Leonard Bernstein y depositaria de su tradición en la conducción orquestal, y en mantener la figura e impronta de Gustav Mahler, tal y como el maestro Bernstein lo realizó en los años sesenta con la grabación de las nueve sinfonías en la serie Columbia Masterworks.
II
Allegro Esspresivo
Resulta interesante la construcción del personaje con hechos de la vida real y su concepción. Leonard Bernstein recibió su aprendizaje de Helen Coates de quien recibió lecciones de piano y le amplió sus horizontes musicales. Su relación simbiótica duró cincuenta años. Por su parte, el talentoso director que nunca ocultó su identidad sexual, recibió un impulso decisivo en su carrera con la recomendación de Dimitri Mitropoulus, a mediados de la década de los años cincuenta, cuando Bernstein era uno de los aclamados compositores de Broadway y con todas las apariencias de una figura poderosamente atractiva que podía ejercer una influencia sobre la audiencia predominantemente masculina de clase y mediana edad. Sobre esa plataforma Lydia Tár no oculta su identidad revelándose un producto genuino de la presente época.
Pero también, y de una manera menos manifiesta, está presente la huella de Herbert von Karajan, el otro legendario director de orquesta que convirtió a la Filarmónica de Berlín en la medida y dimensión de calidad por la cual la música sinfónica se iba a medir, de acuerdo al molde impuesto por los discos Deutsche Grammophon. A Leonard Bernstein le correspondió crear la más extensa discografía en el Nuevo Mundo y a Herbert von Karajan la misma empresa del lado del Viejo Mundo.
En medio de ellos dos transcurrió la época de oro de las grabaciones desde la llegada del disco de larga duración a 33 rpm en sus formatos monaural y estereofónico hasta el ocaso del disco compacto.
Como detalle anecdótico, y siempre polémico, cítense y recuérdense los nombres de algunos directores que causaron honda admiración en el público, la crítica y la industria fonográfica: Otto Klemperer, Karl Böhm, Fritz Reiner, Carlos Kleiber, Colin Davis, Ricardo Mutti, Antal Dorati, Charles Mackerras, George Szell, George Solti, Eugen Jochum, Bernard Haitink, Simon Rattle. Una interminable e incompleta mención. Con ellos, y sus grabaciones, la interpretación de las obras sinfónicas en las salas de concierto complementaban el apreciar y conocer el repertorio sinfónico y operístico.
III
Andante con fuoco
El filme toma zonas inexploradas o poco exploradas y siempre olvidadas sobre el desempeño de una mujer al frente de agrupaciones orquestales tradicionalmente dirigidas por hombres; aunque menciona la presencia de otras directoras de orquesta: JoAnn Falletta, Marin Alsop, y Antonia Brico—quien ha recibido recientemente un lugar en los registros cinematográficos con un filme producido en los Países Bajos: The Conductor, dirigida por María Peters, actualmente disponible en Netflix e inspirada en el documental Antonia: A Portrait of the Women, de 1974. Mencionaré que habría sido interesante incluir a dos directoras latinoamericanas, la cubano-americana Odaline de la Martínez y la mexicana Alondra de la Parra, aunque ese sea otro cantar de gesta.
Sobre esos terrenos olvidados de las mujeres directoras, compositoras, instrumentistas en el mundo macho y masculino ocurre un fenómeno muy interesante. A principios del siglo pasado con la creación y mantenimiento de las grandes orquestas americanas, dirigidas por hombres, las mujeres ocupaban una posición importante de dominio porque muchas de esas orquestas fueron fundadas por donativos privados cuyos comités estaban dirigidos por mujeres. Eso queda muy bien expuesto en la novela de Edith Warthon La Edad de la Inocencia, llevada al cine por Martín Scorsesse. No obstante los integrantes de las orquestas se sentían incómodos por la presencia de una mujer negándose, por consiguiente, a recibir órdenes de ella.
Antonia Brico
Una contemporánea de Antonia Brico es Ehel Leginska, ahora igualmente olvidada pero en su momento y de acuerdo a su biografía publicada en el libro Leginska: The Forgotten Genious of Music de Margerite y Terry Broadbent fue una mujer de excepcional talento. Posterior a su debut en Queen’s Hall a la edad de 10 años, se fue a estudiar a Frankfurt y después en Vienna con Theodor Leschettizky, creador del método conocido con ese nombren entre cuyos alumnos sobresalieron Arthur Schnabel, Ossip Gabrilowitsch e Ignacy Paderewsky. Realizó giras por toda Europa y triunfó en los Estados Unidos denominándosele “La Paderewski mujer de los pianistas”. Escribió una ópera The Rose and The Ring (La Rosa y el Anillo) y fundó, a finales de la década de los años veinte, la Boston Philarmonic Orchestra formada exclusivamente por hombres y la Women’s Symphony Orchestra de Boston.
Ethel Leginska
Nadia Boulanger, es otra figura importante del siglo XX. La composición musical no puede comprenderse sin su presencia. Sus alumnos incluyen desde Aaron Copland hasta Quincy Jones, Elliot Carter y Philip Glass. Es también, primera mujer en dirigir las orquestas sinfónicas de Boston, Philadelphia y Nueva York.
Nadia Boulanger. Imagen: Centre international Nadia et Lili Boulanger, Paris.
Nadia Boulanger al frente de la Orquestra Royal Philharmonic Society’s en 1937. Crédito: Smith Archive/Alamy.
IV
Anima con coure
En la primera secuencia de Tár, con la que se ancla el filme en la época actual, se presenta una entrevista con Lydia Tár conducida por Adam Gopnik, colaborador de la revista New Yorker, se menciona, entre los múltiples talentos de la directora de orquesta el ser además, etnomusicóloga, es imposible dejar de pensar que esa mención es un guiño a la novela de Alejo Carpentier, Los Pasos Perdidos, en el que el protagonista y narrador de la novela realiza una travesía fluvial por el Orinoco en busca de unos instrumentos faltantes en la galería de Instrumentos aborígenes de América.
En esa larga secuencia Lydia Tár da a conocer su punto de vista sobre música y dirección orquestal. Ese diálogo proviene de las ideas de John Mauceri, quien le proporcionó toda la información al director y guionista Todd Field. En esa dimensión, la intervención de Mauceri como asesor musical del filme es lo que le permite al director desplazarse por el ambiente de la música de concierto.
John Mauceri fue discípulo de Bernstein en 1971 y en 1972 el maestro lo invita a ser su asistente en la producción de la ópera Carmen en la Metropolitan Opera y la grabación en Deutsche Grammophon. A partir de esa fecha se inicia una colaboración que durará 18 años en los que Mauceri, edita, supervisa y conduce numerosas obras de Bernstein, muchas de ellas estrenos. Sobresale una nueva versión de Candide, por la que Hal Prince y Stephen Sondheim reciben un Tony. Con un diferente enfoque en 1973, Mauceri obtiene un Premio Grammy y un año antes del fallecimiento del compositor, en 1991, se le otorga un Grammy póstumo por una nueva grabación realizada por el propio compositor antes de su fallecimiento. Otra mutua colaboración, ocurre en el año de 1983, al dirigir el estreno de la ópera A Quiet Placde, en el teatro de la Scala de Milán, en la que aparte de dirigirla trabajó con Bernstein en la orquestación. Hoy John Mauceri es una de las principales figuras en la dirección orquestal y el pensamiento musical.
Por lo mismo el filme está plagado con detalles, referencias y nombres familiares que los fans de la música de concierto reconocen en todo momento. Una distracción y esos matices se pierden. Por eso los dos centros gravitacionales del filme son la música y el poder.
V
Andante
Otro de los aspectos que la da veracidad al filme es el dominio de Cate Blanchet sobre la dirección orquestal y eso proviene de la presencia de Natalie Murray Beale quien la llevó por los aspectos técnicos de la conducción en su calidad de asesora y supervisora.
Murray Beale no es desconocida en el mundo de las orquestas ha dirigido la Beethoven Phiilarmonia Orchestra de Bonn, la Orquesta Nacional del Capitolio de Toulusse, Royal Liverpool Philarmonic, Malta Philarmonic, Sinfónica Britten, BBC Concert Orchestra, Orquesta Sinfónica Portuguesa, Bournemouth Symphony Orchestra; y ha colaborado con Marin Alsop, Daniele Gatti, Colin Davis, Esa-Pekka Salonen y Valery Gergiev.
Natalie Murray Beale
VI
Finale lento
Una vez visto el filme, y en camino a casa, un espectador fan de la música de concierto en vivo y de las grabaciones reflexiona y siente que también se refleja el ocaso de una época para quienes tuvimos la oportunidad de ver colocarse los atriles detrás de la orquesta sinfónica y sentir la aguda expectación del instante en que el tiempo dejara de acarrerar sonidos incoherentes para verse encuadrado, organizado sometido a una previa voluntad humana, que hablaba por los gestos del medidor de su transcurso —Alejo Carpentier, Los Pasos Perdidos, novela—, no podemos dejar de evocar que también de eso trata el filme.
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