La llegada de los sonorenses al poder en 1920, significó no solo el triunfo de su facción tras la muerte de Carranza, sino pavimentó a su vez el camino al régimen que gobernó México ininterrumpidamente hasta el año 2000. Si bien es cierto que los mexicanos que nacimos en el siglo XX conocimos un sistema de partido único, también lo es, que la oligarquía que fue transformándose de una cúpula de militares al PNR, luego al PRM y finalmente al PRI, a pesar de su hegemonía y férreo control, no vivió ocho décadas de miel sobre hojuelas, pues debió enfrentar no pocos episodios de oposición que pusieron en riesgo su proyecto político y de nación.
Estos sucesos que acontecieron a partir de los años veinte se distinguieron no solo por movimientos campesinos, agraristas, obreros y religiosos como la Guerra Cristera, sino también por enfrentamientos políticos que derivaron en alzamientos armados como la Rebelión Delahuertista, la Asonada Gómez-Serrano, la Rebelión Escobarista y el alzamiento de Saturnino Cedillo contra Lázaro Cárdenas. El gobierno cardenista a su vez a pesar de su postura conciliadora y de unificación revolucionaria, debió enviar al exilio a Calles hasta ese entonces “Jefe Máximo de la Revolución”, enfrentar a sectores conservadores, a quienes se opusieron a la educación laica, a los sinarquistas y a una ruda y violenta campaña electoral en la que el Don Lázaro impuso a su sucesor Manuel Ávila Camacho el ultimo presidente militar, sobre el carismático General Almazán.
Posteriormente durante la cuestionada administración de Miguel Alemán se fortaleció el movimiento del General Miguel Henríquez Guzmán que aglutinó a los revolucionarios descontentos con los excesos del alemanismo pero no pudo imponerse sobre el candidato oficial Adolfo Ruiz Cortines, sin embargo Don Adolfo prudente como fue, evito que la sangre llegara al rio.
Durante la etapa del Desarrollo Estabilizador (1952-1970), la mejor etapa de los regímenes revolucionarios, en contrapartida del crecimiento económico, las protestas fueron derivando de posturas económicas y sociales a verdaderos movimientos de reivindicación política y democrática. Sobresalieron en este periodo los movimientos magisteriales, el ferrocarrilero de Demetrio Vallejo, el de Valentín Campa como líder indiscutible de los comunistas y en el otro extremo posturas ortodoxas de Derecha en Puebla, el Bajío y Guadalajara. Mención aparte merece la muerte del líder agrarista morelense, Rubén Jaramillo ultimado en 1962 en la zona arqueológica de Xochicalco, en lo personal me niego a creer que López Mateos haya dado la orden de ultimarlo seguramente alguien tomó atribuciones que no le correspondieron, pero la mancha de la muerte de Jaramillo siempre acompañara al carismático presidente. Este periodo concluye en tiempos de Díaz Ordaz con el movimiento estudiantil de 1968, episodio del que aun hay ríos de tinta por plasmarse y del cual muchas interrogantes siguen vigentes acompañándonos.
La jornada cruenta de Tlatelolco dio paso a la recta final del siglo XX priista, el ascenso al poder del recientemente fallecido Luis Echeverría, desembocó en el “Jueves de Corpus” el 10 de junio de 1971 con la intervención de los tristemente celebres Halcones y las guerrillas urbanas y en la sierra guerrerense con Genaro Vázquez y Lucio Cabañas, movimientos que fueron abatidos por el Estado. Con López Portillo y De la Madrid la violencia no cesó pero el priismo sostuvo su hegemonía. De la Madrid operó a través del cuestionado Bartlett el fraude al Ingeniero Cárdenas en 1988 que desembocó en la muerte de cientos de sus seguidores. Con Salinas de Gortari no solo continuó la represión a la histórica izquierda mexicana, sino en 1994 se dieron el alzamiento de los “zapatistas” en Chiapas y los magnicidios de Colosio y Ruiz Massieu.
Mención aparte merece, regresando décadas atrás, el episodio concerniente a la campaña presidencial de José Vasconcelos, una de las figuras icónicas del siglo XX mexicano. Generalmente todos recordamos al “Maestro de América” por su talante intelectual, hay una justa y merecida razón para hacerlo: le preceden su prestigio, trayectoria como escritor, como universitario por excelencia, Como fundador de la Secretaria de Educación Pública y uno de los mejores secretarios del ramo. Como el hombre que detonó el nacionalismo cultural revolucionario que se vio reflejado en una de las etapas de mayor de intensidad cultural de nuestra historia. No se puede comprender al auge de las letras y de manifestaciones artísticas como el muralismo sin el decidido mecenazgo de Vasconcelos.
Le debemos también la alfabetización y que la cultura en todas sus expresiones y manifestaciones estuviera al alcance de todos, sin duda alguna gracias a Vasconcelos se forjó un gran aporte a la consolidación de nuestra identidad nacional y la reconstitución del tejido social tras los aciagos años de la revolución. Sus detractores le achacan que en su madurez mostró simpatías por los regímenes totalitarios en Europa pero su obra a favor de México es innegable y está vigente.
Vasconcelos, en vida se lamentó que solo se le viera como intelectual y no como político, y tuvo razón, lo respaldó una distinguida trayectoria revolucionaria y su valiente campaña presidencial de 1929, donde se enfrentó a Ortiz Rubio, candidato oficial. Vasconcelos postuló en su campaña volver a los principios revolucionarios, a los ideales de democracia, a un gobierno transparente, a dar libertad a sindicatos, a repeler la injerencia extranjera en asuntos de gobierno, su propuesta fue una genuina cruzada democrática.
Pronto su campaña creció, entusiasmó a muchos sectores de la sociedad mexicana, el régimen vio a Vasconcelos como un peligro, una amenaza por lo que recurrió a la violencia y represión a lo largo y ancho del país. El día de la elección los oficialistas se impusieron a sangre y fuego, incluso las casillas electorales fueron rafagueadas por los esbirros del gobierno.
Evidentemente el triunfo se adjudicó a Ortiz Rubio, quien el día de su toma de posesión sufrió un atentado del cual salió con un rozón de bala en la mejilla, lo cual fue tomado como pretexto para reprimir aun más a los vasconcelistas, poco después cien de ellos fueron detenidos en la Ciudad de México y llevados con rumbo a Cuernavaca donde los asesinaron, se les recuerda como los famosos “Ahorcados de Topilejo”.
Al final a Vasconcelos no lo venció Ortiz Rubio, un perfil gris que solo aguantó dos años en el cargo, lo venció el poderoso PNR y el Jefe Máximo. La campaña electoral de 1929 representó un trago amargo para Vasconcelos, e incluso para futuros presidentes como Don Adolfo López Mateos, que en ese entonces era un joven vasconcelista que fue agredido a porrazos por la policía, sin embargo significó un precedente y referente valiente de las jornadas democráticas que México alcanzó décadas después.